Más de 10 años han pasado desde la publicación del séptimo álbum de Ulver, “Shadows of the Sun”. Volvemos a él para observarlo con detención y retrospectiva. Sus cualidades musicales engendran las posibilidades de poner entre paréntesis nuestro mundo subjetivo, mundo que es necesario detener, sobre todo en estos tiempos, bastantes turbulentos. 

Resulta cautivador, que la imagen de portada que nos presenta Ulver en su séptimo álbum “Shadows of the Sun” sea capaz de simbolizar de manera tan perfecta y elocuente las sonoridades que serán albergadas en la subjetividad de los oyentes. Una raza bovina oriunda de África, llamada Ankole, es presentada con un rostro sombrío, mientras sus largas cornamentas encierran algo tan magno y vasto como el sol. 

Melancólico, misterioso y estremecedor, este álbum despierta sensaciones oscuras y depresivas. Sin embargo, la música es tan magistral, paradójica y sublime que pareciera acariciar la psiquis para reconciliar lo lúgubre de los rincones personales con sutiles atisbos de esperanza. 

Existe una elegante esencia minimalista y ambiental que se hace presente en los 40 minutos que dura el álbum. Las canciones son afables técnicamente y la instrumentación que da vida a la música se influencia, según señala la banda, por música clásica. Esta va desde el uso de un piano, violines, sintetizadores, instrumentos de viento, percusiones y hasta el uso de un theremin. Este último instrumento está constituido por dos antenas metálicas que detectan la posición de las manos del intérprete, originando a través de diferentes frecuencias sonoras un aura musical mística y entristecedora. 

El álbum está constituido por nueve canciones, en las cuales no se percibe el tránsito de una a otra. Se siente como una única y gran pieza musical, la cual rememora a los mejores compositores del romanticismo, tales como R. Wagner, Gustav Mahler o Ludvig van Beethoven. Las voces del ex Arcturus, Kristoffer Rygg se entremezclan entre los diferentes paisajes sonoros para entregarle a la música una efusión lírica que rebalsa y complementa la melancolía que está siendo derramada por cada instrumento. 

Respecto a cada canción en particular, “Eos” es la primera canción del álbum. Fue compuesta en una primera instancia por la banda para la música de la película noruega ‘Uno’. La canción abre de manera tenue y delicada. Mientras avanza, entrega acordes etéreos desde un sintetizador. En menos de un minuto la voz de K. Rygg comienza a esbozar las primeras estrofas. 

El sol está muy lejos.

Va en círculos.

Alguien muere.

Alguien vive.

En el dolor. 

Cerca de la tristeza de las palabras y la tranquilidad del sonido, se hacen presentes los instrumentos de cuerda y el theremin, este último en las manos de Pamelia Kurstin, la cual ha colaborado con diversos artistas; desde Yoko Ono hasta Pat Mastelotto. Pasan los segundos y la instrumentación va creciendo hasta llegar a la primera cima emocional del álbum. Posterior a ello, las voces de Rigg, se repiten en forma de un eco lejano para dar paso a “All the Love”. 

Al igual que “Eos”, “All the Love” comienza sutilmente. Voces adornan el ambiente, mientras que el vocalista noruego, con su característica voz barítono, espera que las percusiones engrandezcan el peso de su poder lírico. Acordes en piano despiertan en el coro principal y la trompeta de Mathias Eick se une para teñir el sonido con una brizna de jazz. Sucesivos arpegios y una lúcida interpretación convierten la sutileza de un principio en una acogedora y dulce oscuridad la cual finaliza entre percusiones varias que dan paso a “Like Music”. Esta última emerge entre notas acaecidas por el piano, el cual acompaña al arco de un violonchelo que se tensa para poder entregar notas graves pero sensibles. A la mitad de la canción se asiste a elementos disonantes que aumentan la tensión, esta se difumina paso a paso hasta evaporarse para poder iniciar “Vigil”

La canción hace un respiro, la calma vuelve a ser la tónica. Mientras la lírica se desarrolla, arpegios mayores acentúan un tono más positivo y alegre, mientras los armónicos de una guitarra los acompañan. 

“Shadows of the Sun”, la canción homónima del álbum contiene las mismas singularidades sonoras que se han ido desarrollando. Sin embargo, las percusiones y el piano no alcanzan a alterar demasiado el aura tranquila y tenue de la canción. Esta comienza a marchitarse  poco a poco para dar paso a “Let The Children Go”, la cual es una de las canciones más dramáticas del álbum. Comienza de manera fúnebre y salvaje e invita a doblegarse a la posterior inmensidad orquestal que detona en la sección del coro. 

La siguiente canción es “Solicitude”. Un cover de los noruegos hacia Black Sabbath. Con un ritmo similar a la canción original, Ulver incorpora las sonoridades características de las sombras del sol. La trompeta de Eick se presenta nuevamente y se acompaña con un contrabajo que resalta la melodía principal de la canción.  

La penúltima canción del álbum es “Funebre”, existe en ella un sentir similar a “Let the Children Go”. La ambientación  de esta canción adquiere un aire perturbador que sólo decae temporalmente para volver a levantarse con más fuerza. 

La canción que da sentencia al comienzo del fin es ‘What Happened?’. Se siente en ella una vibración, la cual es acompañada por sonidos subterráneos y una orquestación que recuerda a Wagner. La tonalidad en un principio es inquietante e infunde temor,  pero cambia certeramente para dar forma a un éxtasis sonoro alentado por un gran número de instrumentos de cuerda tocados a la par, como violines y violonchelos. La misma melodía se repite varios compases para apagarse poco a poco como las velas de un piano. 

Por Hugo Osorio Tapia. 

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