Del campo a tus oídos, una propuesta contundente y llena de recursos, que le dan un sabor especial a este rock campesino, compilando aquí un puñado de grandes canciones.
“Rock campesino” es lo que realiza Rebenke. Es así como definen su estilo, y ya venían metiendo ruido desde su formación, allá por el 2017. Habían liberado canciones y videos muy interesantes, pero hacia fines de 2020 se editó por fin su disco debut: “Ni tan mito, ni tan leyenda”, el cual está lleno de matices: sonidos que evocan a la naturaleza, folclore, pero también de recursos propios del rock más pesado en sus solos, masas y riffs. Canciones que toman vida propia, agarran vuelo y despegan entregando momentos de clímax notables.
La forma de cantar de Luis Gajardo sirve de guía con una gran interpretación, que no busca cantar como en escuela (aunque lo hace en parte), sino más bien transmitir, a veces recitando, a veces gritando, pero siempre con pasión. La entonación puede ser perfectamente como la de un campesino contándonos una historia, o como en un himno, según lo pida el tema. Me recuerda bastante a lo que hacía Pancho Miranda en Nación Amerindia, el fantástico primer disco de Triburbana, pero con un sello propio e inconfundible, haciendo un rock de raíz que se va por esa vertiente más que la de Kuervos del Sur o Mal de Pampa, de sonido más cristalino.
Abriendo con el tema que le da nombre al disco, Rebenke nos relata cómo los personajes de leyendas chilenas han ido perdiendo protagonismo ante la fuerza de la ciudad, aplastando a la tradición más rural. Con “Flor del Chagual” despliegan distintos recursos para uno de los temas mejor logrados, recitado casi en su totalidad. “Leftraru” se ocupa de la historia de Lautaro, con un coro de tono marcial muy marcado que le da un tono épico y memorable. Es difícil no sumergirse en las historias, no subirse a este tren que musicalmente te agarra en crescendos irresistibles.
En “Ngenechén” abordan el siempre fuerte relato de la cristianización de los indígenas, yendo de la urgencia al dramatismo. En ese sentido, hay una gran coherencia entre lo que se busca contar y la forma que evoca a gente de la tierra transmitiendo su mensaje. “Rasgo humano” trae ritmos propios de las danzas folclóricas del norte, potente en su mezcla con el rock. “Sortilegio” sigue la senda de ritmos acelerados y se hace, por momentos, incluso más adrenalínico que el tema anterior, con una lírica que denota un gran trabajo poético. Así el disco avanza ligero, de una pasada fácil que nos deja esperando por más.
Me detendré en el último tema, llamado “Transcultura chilota”, que cuenta la historia de un personaje de ciudad que no entiende las tradiciones del archipiélago sureño, como la minga. ¿Cuántos compatriotas ignoran este tipo de tradiciones? La verdadera riqueza cultural chilena queda de lado ante la vida material y rápida. Incluye un extracto de “Los muros” de Quelentaro, gran referente sin duda para la música de Rebenke. Un final con todo, mensaje potente, canción que remata bien arriba, logrando dejar energizados y expectantes, con gran protagonismo del acordeón de Aura Palacios.
Aunque la mezcla deja escuchar todo, me gustarían algunos pequeños cambios que le den un salto exponencial en calidad, para hacer mayor justicia a la interpretación impecable de esta banda. Un gran trabajo, sin ninguna duda un excelente cancionero, directo desde el Valle del Aconcagua.
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