La temporada estival, en un año sin confinamientos, trae siempre grandes eventos, festivales y recitales. Uno que ha sabido ganarse un espacio en el corazón de rockeros nacionales es Woodstaco, un evento autogestionado por un grupo de amigos que reúne durante un fin de semana a una gran diversidad de bandas nacionales y latinoamericanas.
El ambiente del festival destaca de inmediato, la gente llega con sus carpas a instalarse por un fin de semana en medio de la naturaleza a disfrutar de una diversa parrilla musical que mezcla desde bandas de renombre hasta algunas minuciosamente seleccionadas luego de conocerlas en algún bar local. Abundan las familias y distintas expresiones artísticas durante estos días.
Conversamos con Felipe Hermosilla, integrante de la organización de Woodstaco, para conocer un poco más en profundidad este festival, desde sus orígenes hasta la actualidad.
¿Cuéntanos un poco cómo nació este festival?
El festival más que nacer como tal, ha nacido como una joda en Curicó, en casa de un amigo, Enaco, que a fines del año 2007 dijo que hiciéramos una fiesta buena. Invitamos a Los Gatos Negros, que es una banda que íbamos a ver seguido a bares. Fue una linda fiesta de fin de año con amigos. Esto no tenía ningún fin más que la mera diversión, hubo como 80-100 personas.
Con los amigos decíamos “esto es como el Woodstock, pero en casa de Enaco, se llamará Woodstaco…y lo podríamos hacer todos los años”. El año siguiente decidimos a fines de enero hacer otra fiesta, pero un poco más grande, con 7 u 8 bandas, en un lugar más grande que no fuera una casa, esto fue de una noche para otra y salió todo muy bien. Ahí decidimos hacer algo más grande al año siguiente, sumar otro escenario y hacerlo de viernes a domingo. Ahí fue el momento en que creo que ya nació el festival. Además de los dos escenarios, había carritos de comida de amigos que invitamos a poner sus stands.
¿En qué momento decidieron hacer esto más masivo y cuáles son los objetivos principales que tiene Woodstaco?
Nos dimos cuenta de que había algo que a la gente le gustó mucho y que no se da en la mayoría de los festivales urbanos, hacía falta algo que no fuera solo una gran parrilla musical y que a medianoche ya te vas a tu casa y tienes que volver al otro día. La comunidad que se comenzó a generar a partir de nuestro festival con la gente es lo que nos gusta y encontramos distinto. Ahí decidimos hacer esto más serio, sumando nuevos escenarios, artistas de mayor reconocimiento público, pero siempre fue un crecimiento muy natural. Siempre con la premisa de que no contaríamos con auspiciadores, pero que nadie se metería con nuestro lineup, no tener que justificar con nadie a quién llevamos.
¿Cómo les ha influenciado la pandemia considerando que el festival es 100% autogestionado?
La última versión que hicimos fue tres semanas antes que empezara todo más intenso por la pandemia y nos salvamos, alcanzamos a hacerlo. En esa versión no nos fue muy bien económicamente, la asistencia no fue muy grande y nosotros financiamos todo con la venta de entradas. Teníamos una deuda anterior y logramos achicarla bastante, pero terminamos sacando de nuestros bolsillos para pagar a los proveedores, pero estuvimos varios meses tratando de cubrir ese hoyo.
¿Qué tienen planeado para cuando ya se pueda regresar?
Lo que tenemos claro es que la próxima edición sería un formato más íntimo. Generalmente entre marzo y abril tomamos estas decisiones y después son unos 9 meses de trabajo para poder levantar el festival. Para la siguiente edición pensamos en algo para unas 2000-2500 personas, es un número más sencillo de manejar, se genera menos basura también, los baños están más limpios.
¿Cuáles son las principales dificultades que han encontrado para realizar el festival? ¿Tenían experiencia previa en este tipo de eventos?
Bueno, la principal es económica y muchas veces burocráticas también, es un largo trámite y papeleo el que hay que hacer. Hay que ir a Bomberos, a los pacos, a lo de seguridad de la Municipalidad, tienen un montón de requisitos, pero porque es algo no menor, un festival que tuvo hasta 5 mil personas en su momento, en un lugar en que puede haber incendio entonces debes tener todo bien calculado y bien previsto por cualquier cosa, tener una ambulancia y estar listo para cualquier eventualidad. Afortunadamente no ha habido ningún incidente mayor. Pero conseguir la plata a través de puras entradas es lo más difícil.
La experiencia la fuimos ganando a medida que fuimos haciendo el festival, ni uno tenía experiencia en hacer espectáculos masivos.
¿Cómo evalúan el rol del Estado con la música independiente en Chile y con la cultura en general?
No está muy presente más allá de los apoyos en la línea de Fondart, pero más que eso no hay un verdadero aporte o importancia significativo que le dé el Estado a la cultura, no hay apoyo o legislación para artistas independientes que muchas veces ni siquiera boletean, muchas veces tienen que hacer una boleta personal, más que tener una forma jurídica como banda. Si bien están algunas instancias, son para gente que sabe cómo postular, que ya agarró la mano y sabe lo que quieren leer en tu postulación.
¿Alguna banda con la que sueñes con tener en el escenario de Woodstaco? ¿Han tenido contacto con alguna de estas?
Bueno, somos bastante en el equipo, somos como 13, cada uno tendrá su gusto personal en cuanto a bandas. En mi caso, creo que me gustaría siempre considerar bandas sudamericanas, hemos traído bandas de Colombia, Perú, Argentina, hay muchas bandas ahí que me gustan. Tuvimos el gusto de tener a Alejandro Medina, bajista de Aeroblues y Manal, hemos tenido a La Floripondio y varias bandas under de acá que me gustan harto.
Una banda que me gustaría mucho que vaya es Congreso, ya hablamos una vez con ellos, pero se escapaba un poco de nuestro presupuesto. Ellos siguen bastante activos y sacando discos muy buenos. Lo otro sería poder contar con Pity Álvarez en el festival, La Renga también sería buenísimo, pero eso está más difícil.