Es increíble lo que generan los Kuervos del Sur. Fueron de los primeros artistas en volver a tocar en vivo, acumulando muchas fechas ya, y siguen llenando, incluso lugares enormes como el Caupolicán. El público colmaba el recinto en todos sus rincones, esperando comenzar con el ritual mágico que se vive en cada presentación.
A eso de las 20:30 hrs, comienzan a ingresar a escena los músicos, siendo recibidos con una estruendosa ovación. Han tocado en festivales, teloneado a grandes bandas internacionales, pero cuando el show es propio, la localía se nota, y se produce una comulgación única y potente.
Jaime Sepúlveda se ubica con el micrófono principal, y entrega un discurso introductorio que nos conecta a todos. Dan el vamos y tocan “El brujo”, sencillo de su tercer disco de estudio, “Canto a lo brujo”. La performance de la banda es siempre de lujo, y se manejan ya en este lugar, en donde lanzaron ese tercer disco hace 2 años.
Manejan los espacios, y disfrutan interactuando entre ellos y con la audiencia. “La casa del mañana” se mueve por pasajes melódicos de ensueño, y termina muy en alto, alzándonos a todos. Le suceden temas como “Ráfagas” y “El bandido”, que es introducida musicalmente por Diego Contreras en el bajo, brillando con sonidos volátiles entregados por los efectos que adornan su ejecución, para iniciar con ese bajo potente y marcado.
Cuando suenan “Los cometas”, el turno de introducir es de Pedro Durán con su guitarra, que te sube y baja, te lleva por un viaje para luego darle con todo al tema que abre el laureado disco “El vuelo del pillán”, entrando en un clímax que no será abandonado más, menos aún cuando se anuncia “El árbol del desierto”, una canción inmensa que siempre deleita a la fanaticada. Todo el teatro saltando y cantando con el alma. Emocionante. Se viene “Todavía”, dedicada a los detenidos desaparecidos y una herida que duele mucho siempre. “Colibrí” es una de las sorpresas de la noche, y enseguida se anuncia un breve descanso, pues queda mucho por compartir.
Luego del receso, Gabriel Fierro se sienta en la batería y se manda un solo aplastante, incluyendo percusiones y ritmos latinos, sosteniendo el ritmo del cencerro con uno de sus pies mientras juega con las figuras del resto del set en un ejercicio impresionante de independencia de sus miembros y coordinación, para terminar con el doble pedal y un extracto sacado desde el metal más descarnado. Luego de la merecida ovación, se vuelcan a tocar “El indio”, himno lleno de significado.
“Vendaval” pone los pelos de punta, una canción que te mantiene siempre al borde y que está llena de momentos cumbre. Se canta con el alma o no se canta. “Porvenir” es quizás el primer clásico de la banda, y se entona como tal. Tocando temas de la primera época, sorprenden con “El campesino”, canción compuesta por Jaime para el abuelo de él y de Pedro, y que no tocaban en vivo hace muchos años. “Hasta poder respirar” vuelve a ponernos al borde. A estas alturas los Kuervos pueden mezclar canciones sorpresa con clásicos gigantes, y aun así dejar temas afuera. Notable. “Enredadera” es una tremenda composición, con una estructura que crece y crece, y te atrapa, como su nombre. Jorge Ortíz se luce con su charango eléctrico, introduciendo “Cenizas”, y ya está todo el teatro saltando en éxtasis.
El ritual se siente pleno. Presentan al último miembro en incorporarse a sus filas, el tecladista Sebastián Grez, de impecable cometido, y arremete el poder de “La caravana”. Saludos, aplausos, palabras desde el alma, y siguen con todo, para terminar con “Águila sideral”, el cover de los Jaivas, y “Aves del mal agüero”.
El teatro se cae de los aplausos y la emoción. El ambiente se palpa y se respira, mientras se prepara lo que será una nueva jornada inolvidable para la banda y su fanaticada en el Caupolicán. Que esta caravana no pare más.
Ve la galería de fotos del show pinchando acá.
Fotografías: Cristian Madariaga
Instagram: @rockup_midnight