La semana ha estado ruda para la banda grindcore. Una serie de malentendidos y problemas con la aerolínea que les llevaría a Concepción y posteriormente a Coquimbo, provocó retrasos y cancelación de fechas. Con toda esa carga, nos preparamos para un evento que prometía ser una jornada cargada con la electricidad del metal.
Sería un largo día, las puertas del Teatro Cariola, se abrieron al público a eso de las 17 horas. Puntualmente, a las 17:30 Keeping It Real, salió con su potente hardcore metal a subirle el volumen a la tarde. La gente comenzaba a llegar y se acercaba al escenario para aprovechar de ver de cerca al potente trío, que como lluvia de abril, de a poco, empezaba a empapar la tierra santiaguina. La banda nacida el 2009, dejó todo en el escenario y se convirtieron en el mejor plato de entrada para este sábado de matiné metalera.
Aprovechamos que la audiencia seguía llegando de a poco al teatro para ubicarnos en primera fila, lugar que defenderíamos con codos y garras si fuese necesario, para poder cubrir desde el mejor punto de vista este encuentro lleno de música y energía. La fila del puesto de cerveza era lenta, pero los asistentes esperaban pacientes y contentos. La carretera es larga y esto es recién el comienzo de la ruta. Chaquetas sin mangas, revestidas de parches de clásicos del metal, cabelleras de distintos largos, cinturones enchapados, muchas zapatillas Converse y Vans. De alguna forma, la tribu del Gimnasio Manuel Plaza y las nuevas generaciones, se conjugaron en el recinto de San Diego y la “familia thrash” comenzaba a hacerse notar.
The Noise Bastards fueron el primer atisbo de que la lluvia de abril se convertiría en un alud. Su sonido devastador, sus baterías frenéticas y su voz gutural consiguieron que los trasnochados presentes, recordarán a lo que vinieron y cabecearan mientras otros tantos, empezaban a girar con el primer mosh de este sábado, que no terminaba de acomodar todas sus piezas para lo que todos estábamos esperando, Brujería.
La vieja guardia de la escena local, a eso de las 19 horas, ya se había hecho presente. Se saludaban con abrazos fraternos, mientras entonaban y cantaban a coro la música de los intermedios. Algunos pronto dejarían las cervezas de lado y los vasos plásticos con refrescos negros empezaron a correr, mientras el piso del teatro poco a poco se repletaba de pies y latas de cerveza.
19:15 y Gordom salió metiendo ruido. Con una energética puesta en escena, la banda resonó el Cariola. Potentes líricas y sonido cercanos al thrash crossover, consiguieron que los codos se juntaran en el slam y que la gente se conectara completamente con su música. El alúd venía in crescendo y al parecer no habría nadie que pudiese detenerlo, faltaban horas para el show principal, sin embargo, la gente ya bailaba desenfrenada y la vieja escuela se adueñaba de la pista, haciendo círculos amistosos, pura locura.
El cronograma se mantenía firme, al igual que el metal y su tribu con los años. Cerca de las 20:15 Traumatic Noise sube a escena. Con una hinchada que les siguió desde su tierra de origen, Rancagua, que no solo se sabía las canciones, sino que también alentaba a la audiencia a reconocer que estaban viendo, a uno de los proyectos nuevos de la escena, con más originalidad.
Un gran tecnicismo de parte de sus integrantes, con un vocalista que además es guitarra líder, y que no solo consiguió que los metaleros presentes se rindieran ante sus virtudes, sino que también la hinchada femenina le gritó, sucumbida, ante sus virtudes no musicales. La fiesta ya estaba prendida, las cervezas y destilados no eran los únicos adornos de la noche, el aroma a tocata ya se sentía y comenzaba a hacer calor. Faltaba poco.
Para la espera pusieron Mötley Crue, y la nueva generación se volvió loca. El ya repleto Teatro Cariola, comenzó su ritual narco satánico, con la banda glam como edificación sonora. Caras tatuadas, expansores y piercings, se topaban coreando sencillos de otros tiempos. Los saltos y arengas retumbaban en el corazón de la ciudad, mientras arriba el equipo técnico preparaba el sonido para la banda del patrón de patrones, Juan Brujo.
A las 21:30 el aluvión se desató y terminó con todo a su paso. La banda estadounidense que popularizó la cultura mexica y que construyó su propia mitología del narco-satanismo, irrumpió en las tablas con una calidad de sonido impresionante. Las miras se paralizaron y los encendedores chispearon y las caladas fueron profundas. Al grito de marihuana y Brujería, la familia thrasher homenajeó como un ejército al sexteto.
La brutalidad de la performance, la cercanía con la audiencia. Un show que en aproximadamente una hora y media lo entregó todo. El mosh, parecía sacado de una película de plataformas de streaming, con tiburones gigantes girando y formando un tornado, que por la fuerza centrípeta, lanzaba gente hacia los bordes, mientras otros tantos formaban montañas humanas hacia las proximidades al escenario. La batalla de los bastardos del Juego de Tronos se vio opacada, ante la descarga grindcore, que un rito lleno de salvajismo, entregó blasfemas sobre drogas, violencia y sobre todo mucho humor, mientras que el público retribuyó de la misma manera a la banda, ofrendaron hasta la mente de los artistas.
No se puede dejar de lado el orgullo que provoca saber, que un integrante de nuestra tribu, hoy es parte de este show de calidad internacional. Anton Reisenneger, nuestro Criminal, el mismo que desde la época del Manuel Plaza, destruía los oídos de los soldados de la vieja guardia y hoy hace lo mismo para todo el clan de la escena, con una perfección notable.
En resumen, Brujería no sólo demostró que de la mano de Jeff Walker y Juan Brujo a estas alturas son una marca registrada del metal, sino que dejó en claro, que para entender su música y concepto, no basta con sentir miedo escuchando su material grabado, sino que hay que entregarse a la experiencia y someterse ante el patrón.
Terminamos destruidos, al parecer lo único que podría reponernos es una jarra de cerveza, quizás habrá que ponerse creativos e improvisar o terminar en la vieja costumbre, el Bar de René, creemos que para allá serán los pasajes.