Corría el año 2000 y en Estocolmo, capital de Suecia, el bajista Andreas Blomqvist, el guitarrista Johan Liefvendahl y el baterista Johnny Sandin, deciden formar una banda: Seventh Wonder. En 2001 lanzaron un demo homónimo y dos años después “Temple In The Storm”.
Luego, con Andi Kravljaca en la voz lanzan su primer disco “Become” (2005) y, se une el reconocido vocalista Tommy Karevik, quien también se desempeña en la voz del grupo de power metal sinfónico Kamelot. Al año siguiente lanzaron otro disco: “Waiting In The Wings”, donde ya comenzaban a hacerse notar en la escena europea con un estilo de metal progresivo, acompañado de lindas melodías y armonías.
Luego de dar varios conciertos en Europa, en 2008 lanzan el -quizás- disco más destacado: “Mercy Falls” y al año siguiente arremeten con “The Great Escape” (cuya canción homónima dura 30 minutos). Antes del lanzamiento de este disco, el baterista Johnny Sandin dejaba la banda y en su lugar entraría Stegan Norgren.
Luego de que Kamelot anunciara a Tommy Karevik como vocalista, Seventh Wonder desapareció del radar, aunque lanzaron un disco en vivo en 2014: “Welcome To Atlanta Live 2014”, concierto donde tocaron el “Mercy Falls” completo por primera vez.
Luego de eso publicaron “Tiara” (2018) y el 10 de junio de 2022 lanzaron el disco del cual hablaremos el día de hoy: “The Testament”. Actualmente la banda la conforman: Andreas Blomqvist (bajo), Johan Liefvendahl (guitarra), Tommy Karevik (voz), Andreas “Kyrt” Söderin (teclados) y Stefan Norgren (batería).
El disco abre con “Warriors”, canción que empieza con un riff casi sacado del thrash metal, pero que poco a poco toma forma de progresivo cuando entran los demás instrumentos. Karevik de entrada muestra sus dotes vocales, con una voz muy delicada, pero efectiva. La batería le da el sostén al tema y los teclados una ambientación única y que ya es clásica del grupo, como también el solo que comparten las teclas y la guitarra. Es un buen tema para abrir los fuegos.
“The Light” es la segunda canción. Aquí volvemos a un segmento progresivo donde el teclado toma la batuta y que -también- me hace recordar a cualquier OST del videojuego Megaman (los que lo han jugado entenderán, ¡ja!). Luego entra Karevik con su sello melódico ya característico. Aquí destaco el coro que es una belleza y el vocalista de Kamelot se luce. Nuevamente el solo lo comparten guitarra y teclado, aunque también, el bajo tiene lo suyo: Blomqyist no pasa desapercibido a lo largo de toda la canción. Para mí, una de las mejores del disco.
En la tercera pista tenemos a “I Carry the Blame”. Con una introducción muy power ballad de los 80 ‘s, da paso a un riff más progresivo y que vuelve a marcar el sello y sonidos característicos de la banda. Aunque hay que resaltar que, personalmente, no me convenció del todo ya que la siento muy “genérica”. Es como “una canción de Seventh Wonder promedio”, por decirlo así. No es una mala canción, pero no terminó de gustarme por completo.
No pasa un segundo desde que terminó la canción anterior para escuchar el teclado de Söderin en “Reflections”. Esta pieza es netamente instrumental en donde, a lo largo de los cinco minutos y treinta y cinco segundos de duración, se aprecia el virtuosismo de la banda. Es una canción que viene a refrescar un poco el trayecto que va tomando el disco y a preparar lo que sigue.
Esto porque nuevamente Söderin aparece para introducirnos en la quinta canción: “The Red River”. Aquí tenemos un tema un poco más “agresivo” pero, que, no pierde ese componente melódico y progresivo de la banda. Esta vez la atmósfera que dan los teclados es un poco más “oscura y dramática”, lo cual le da un caché al tema.
“Invencible” es la sexta pieza. Es una canción con el sello de Seventh Wonder y que me genera las mismas sensaciones que “A Day Away” del “Mercy Falls”: un corte más “alegre” que su antecesora y donde Karevik vuelve a cautivar con su melódica voz, especialmente en el coro. Una canción increíblemente disfrutable, rápida, precisa y concisa.
“Mindkiller” es el séptimo tema. Nuevamente volvemos al progresivo más duro que nos ofrecen los suecos. Aquí todos muestran su virtuosismo. Un ritmo acelerado, a veces muy power metal, a veces prog, pero es una canción que te mantiene expectante en sus casi seis minutos de duración, especialmente por el bajo de Blomqvist, el cual a veces es melódico, otras frenético y que le da un dinamismo y fluidez muy interesante a la canción.
Ahora vamos con “Under a Clear Blue Sky”. Es la canción más larga del disco, con casi nueve minutos de duración. Nuevamente volvemos a ese sonido al más puro estilo Seventh Wonder: partes rápidas, riffs agresivos y melódicos, atmósfera y ambiente muy bien dado por los teclados, virtuosismo del bajo y la batería, bellos pasajes instrumentales y la voz inconfundible de Karevik. Todo esto es un cóctel ideal para quienes gustan del metal progresivo, sin dudas. También es uno de los destacados del disco.
Finalmente, “Elegy” es la novena y última canción del disco. Es la balada que le da el punto final a “The Testament”. Muy emotiva, con unos arreglos orquestales exquisitos y sublimes, las guitarras acústicas que le dan el sostén a la canción y, obviamente, es el tema donde Karevik se lleva todo el protagonismo. Una performance soberbia, que logra transmitir y conectar con el oyente. “Elegy” recuerda a baladas como “Tears for a Father” o “One Last Goodbye” (ambas del “Mercy Falls”), temas cargados de emoción de principio a fin. Es un cierre perfecto para el disco, sin duda alguna.
“The Testament” de Seventh Wonder es un acierto en la discografía de los suecos, donde logran crear buenas y atrapantes composiciones. Un disco donde se aprecia que tienen un sonido propio y característico desde hace años. Una obra donde Tommy Karevik logra desprenderse de su papel en Kamelot y, de alguna manera, tener más libertad a la hora de interpretar las canciones, lo que le da un plus a toda la producción ya que en esta banda podemos apreciar toda su capacidad frente al micrófono.
Seventh Wonder con “The Testament” vienen a ratificar que volvieron con todo y que tienen todo el potencial para transformarse en un referente del metal progresivo más moderno, una bandera que pueden cargar sin tener nada que envidiar a bandas como Symphony X, Evergrey, Tesseract, Circus Maximus o Dream Theater, sólo por nombrar algunos. Un disco que se recomienda escuchar, sin dudas.