Una jornada de tantas que la pandemia nos privó, y nos dejó cobrar recién ahora. La superbanda Sons Of Apollo llegaba a Sudamérica a saldar la deuda, y vaya de qué manera.
A las 20 hrs en punto sube al escenario del Teatro Cariola la banda chilena Horeja, encargados de abrir el show ante un buen marco de público. Los riffs duros se funden con funk y locura, con la batuta de Matías Undurraga en voces, tornándose hacia bajos potentes en “Bienvenidos a Robar”, el primer tema. Luego de este golpe, acompañando al guitarrista Luis Saavedra, sube a escena otro capo de las 6 cuerdas, Rocko Miranda, quien ha formado parte de distintas bandas (Nolana, Felipe Leyton Banda, entre otras), dando el pie a “ReEvolucionar”, en una interpretación de ritmo folclórico, donde incluyen el trompe y la trutruca. La temática de reivindicación mapuche será una constante, así como la originalidad y la fuerza de las canciones, tal como la primera vez que pude verlos, en un tremendo show hace unos 15 años en el ex Clandestino, en Providencia.
La agresividad comienza a aparecer cada vez más palpable, denotando ciertas reminiscencias noventeras de la escuela Faith No More y Rage Against The Machine, pero actualizadas con contratiempos y sonidos frescos que avivan los sentidos. “La Sangre del Toro” recupera la esencia mapuche junto a riffs llenos de ira, con un siempre potente Sebastián Lobos en bajo, terminando su set con “Poder Popular” y una sinfonía que conjuga sonidos duros y polirritmias a cargo de Álvaro Poblete y una batería espectacular, que hizo y deshizo sobre el escenario. Final soberbio y aplausos más que merecidos.
Sobre las 21:00 hrs, se apagan las luces, se destapa la batería y se detiene la respiración general para la entrada instrumental de “Goodbye Divinity”. Aparece Jeff Scott Soto al final saludando a Santiago y la comunión con la audiencia es inmediata. No hay que ganarse a nadie, pero las actuaciones son enormes, como si necesitaran hacerlo. Jeff será un maestro de ceremonia tremendo por su voz, pero también por su fuerza y energía. Los solos de Bumblefoot en guitarra, alternan entre guitarra común y fretless gracias al doble mástil, jugando con el teclado de Derek Sherinian en delirantes secciones. Sin respiro, empieza “Fall to Ascend”, acelerado a fondo, con un Mike Portnoy que actúa como si el tiempo no pasara. A pesar de estar más contenido, ofrece una interpretación ideal y completa. Se le cae una baqueta y pocos lo notan, la cambia y sigue de manera perfecta. La ovación al final de este tema es realmente gigante, denotando las ganas por ver a la banda en vivo. Son muchos los que se extasiaron desde un comienzo con la unión de los ex Dream Theater Portnoy y Sherinian (lo mencionamos en nuestra nota previa) y eso sumado a buenos temas e interpretaciones magistrales, da como resultado una euforia manifiesta.
“Signs of the Time” muestra al baterista liderando gran parte de las voces y cantando a coro con un público muy participativo. Y ya es costumbre que Bumblefoot y Sherinian se luzcan con su interpretación llena de calidad e ingenio. Por el lado del bajo, pocos tienen las credenciales y clase de Billy Sheehan, pero si había que reemplazarlo, Felipe Andreoli lo hizo de mil maravillas. Bajo de doble mástil para llevarle el juego a la guitarra, compenetrado con la banda y con la fuerza que caracteriza a su sólida interpretación.
“Alive” mantiene al público cautivo, y “Asphyxiation” despliega lo más pesado del grupo con unos toques djent que afilan el aire.
El momento más emotivo de la noche llegó cuando Jeff Scott Soto recuerda a su padre, fallecido hace poco y al ex bajista de su banda, Dave Z, quien falleció en un horrible accidente hace unos años. Soto dedica “Desolate July” y se emociona al recordarlo. La atmósfera es preciosa, las luces del público acompañan una interpretación que cala hondo y que termina con el vocalista hincado y saludando al cielo.
Siguiendo con el show, Derek Sherinian se sienta y deleita con una bella suite en teclados, acompañado de forma sutil por la batería. Es el gran comienzo de “King of Delusion“, de su primer disco. Al entrar todos, el peso es devastador, y el quiebre con teclados llenos de misterio es seguido por una batería llena de fills precisos y para deleitarse.
Por si fuera poco, la siguiente invitación es para los que gustan de las montañas rusas, pues tendremos una canción que sube y baja, en palabras del vocalista, durante los 15 minutos que dura. Es la épica “New World Today”, partiendo por su intro de guitarra floydiana, entregando todo y más en una joya progresiva muy disfrutada y con la banda a tope en cada sección. Hacia el final, Derek Sherinian se queda hipnotizando y deleitando con un solo realmente monstruoso, para luego dar el vamos a “Coming Home” cantada por el recinto completo, con un Jeff grabando con su celular y emocionado, Bumblefoot tocando con una lata de cerveza que cayó sobre el escenario en una muestra de euforia genuina y una presentación de la banda que denotó el amor de la audiencia chilena por cada músico y en especial por Mike Portnoy.
El show se acaba, pero la gente se prende más y más, y el clásico encore remata con “God of the Sun”, un coro apoteósico y manos en el aire acompañando una canción muy disfrutada.
Espectáculo redondo, una interpretación de otro planeta disfrutada gracias al tremendo trabajo en sonido y un público que se compenetró al 100%, demostrando cariño y exhalando euforia a raudales, cerrando una noche inolvidable.
Fotos por Atenea.