La legendaria banda death metal de Florida se puso en modo latino, y los últimos días en modo chileno, tocando en Concepción, Santiago y finalmente en Valparaíso, cerrando con éxito esta serie de shows.
“El Huevo”, mítico local porteño, fue el lugar escogido para la ocasión, y desde temprano comenzó a llegar público. Las puertas se abrieron con unos pocos minutos de retraso, y es que las pruebas de sonido fueron dilatándose, pero llevándose a cabo justo para comenzar.
Tridente fueron los encargados de abrir la noche. La banda santiaguina cultiva un thrash con mucho groove en sus líneas, lo que le da una paleta estilística más amplia, la cual fue muy bien recibida por el público presente, en muy buen número para ser tan temprano.
Los músicos han tenido una evolución constante y una carrera ascendente que los llevó a acompañar a Sadism en una gira europea hace sólo unos meses, y eso se nota en el mayor oficio que muestran cada vez, en lo preciso de sus riffs y golpes, en el fiato y en la brutalidad cada vez mayor de sus líneas vocales, que de todos modos presentan variaciones melódicas de vez en cuando, como en “Condena” o uno de sus últimos sencillos “Primera Línea”.
“Abismo” es acompañada por puños y headbanging, y el final de “Un Segundo” es una ametralladora de parte de Fabián en batería. “Apocalipsis” cierra con el tándem entre Alexis, guitarra y voz de la banda, y Pablo, bajista, quienes alternan voces brutales pero de distinto registro, enriqueciendo la canción y prendiendo a todos en el local, cerrando de gran manera.
Enseguida viene la presentación de Iránima, quienes cultivan un metal que pasa por el thrash y el groove, pero también por el death metal, lo cual hace que la noche vaya subiendo en brutalidad, a medida que nos acercamos al plato de fondo. “Iránima” y “Dogma Asesino” abren el set y generan empatía inmediata. El público está sediento de metal y se nota. En esta conformación se agrega una guitarra, hay más sonidos y algo se abomba, pero va mejorando y se entiende bien, tanto en la voz infernal de Brian, quien es el alma de la fiesta, como en los riffs y solos de los guitarristas Alfredo y Cristopher, que se retroalimentan de la gran actuación de Felipe en batería.
“Circo Revolución” tiene un coro que engancha a todos con su groove. El público a punto de llenar el local se rinde ante la gran performance de Iránima, y el cierre con el hardcore de “Parálisis” los despide entre gritos, dejando a un público muy prendido.
Así, a las 21 hrs en punto, Obituary comienza a tomar ubicación y descargar lo que mejor saben hacer. Una fanfarria y la instrumental “Redneck Stomp” azotan a un local lleno, entusiasta y furibundo. La canción nos prepara para el ataque que vendrá, y sirve para ajustar algunos volúmenes.
El sonido es brutal y el mejor de la noche. Todo listo para disfrutar y así se entiende, pues sale a escena el vocalista John Tardy y la gente no da más de éxtasis ante “Sentence Day”. De entrada no están dispuestos a transar en brutalidad y nos ponen al tanto de que el infierno se viene sin descanso. “A Lesson in Vengeance” completa la dupleta de temas sacados desde el disco homónimo del 2017, con un ritmo que pone a todos a saltar.
La noche se convierte en fiesta a pesar de tener que sortear algunos pequeños problemas técnicos. El ambiente está ardiendo y se multiplican los mosh, muchos son alzados en brazos y lanzados hacia adelante, alguien logró colarse en el escenario, sin poner en peligro a los músicos, sino que simplemente con ánimo de vacilar de manera fervorosa. Lo bajan, y los músicos sonríen. El ánimo es el mejor, y la entrega es total.
Trevor Peres y Kenny Andrews se despachan solos clásicos con maestría. Donald Tardy azota los tarros con un sonido bestial, y qué decir del legendario Terry Butler en bajo, quien lleva la base rítmica con potencia y precisión. Asimismo, John Tardy lo deja todo sobre las tablas, estrujando su garganta y llevando energía por montones al público, con quien interactúa constantemente.
“Find the Arise” y “Dying” dicen presente desde el clásico “Cause of Death”, y la respuesta de la gente no tarda un segundo en materializarse. El set no es extenso, hay un primer final con “Turned Inside Out” del mismo disco recién mencionado, de 1990, y nadie se mueve un centímetro, al son de los gritos y vítores a la banda.
El encore comienza con “Deadly Intentions” del primordial “Slowly We Rot” y se extiende con “I’m in Pain” y la esperada “Slowly We Rot” del disco del mismo nombre, editado en 1989. El final, con tamaño clásico, es apoteósico, formándose el mosh más grande de toda la noche.
El set de Obituary es extremo y lleno de adrenalina, todo lo cual se contagia a la audiencia. El final es en alto, con la banda emocionada, Terry Butler tomando fotos del público, y una noche que quedará en la memoria metalera, junto a las otras dos en suelo chileno que harán de esta visita una muy difícil de olvidar.
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