La noche del viernes fue la primera de las dos presentaciones del sueco en nuestro país, con un talento que se desborda y variadas piruetas de por medio, lo del viernes fue aplanador, tanto por el sonido como por la excelsa ejecución que nos brindó el músico. Todo lo anterior, considerando que su última presentación en el territorio nacional data del año 2013 y siempre se agradece ver este tipo de espectáculos en Chile.

La noche partiría atrasada y el más dañado no sería Malmsteen, sino que el nacional Alejandro Silva junto a su Power Cuarteto, quien a pesar de las tres horas de atraso en la prueba de sonido, salió estoico al escenario a mostrarnos porqué su carrera de 25 años tiene el peso que tiene. 

Lo de Alejandro Silva es puro trabajo serio, disciplina y profesionalismo, adjetivos que a veces se olvidan y que traen como consecuencia estas faltas de respeto a nuestros artistas, pero el guitarrista nacional se impuso a los contratiempos y en casi media hora de presentación nos dejó claro que su calidad se impone a los obstáculos. En resumen, Silva nos encantó con su talento y preguntándonos porqué cuesta tanto ofrecer un show en solitario en un recinto a su altura. 

Y llegaría el minuto de Yngwie Malmsteen en Chile. La apertura la daría el clásico “Rising Force” que resonaba a un volumen demencial en una interminable muralla Marshall, y con una iluminación que hacía parecer que nos encontrábamos en un incendio de punzantes solos y riffs bestiales que se comían todo a su paso.

Mención aparte merece su banda soporte “Rising Force Band”, que entre sus filas cuenta con un grande, el tecladista y productor Nick Marino, quien es el apoyo del sueco en todo momento con su teclado y  voz.

Se vendría una sucesión de temas que dejarían al público más que satisfecho con una presentación a veces un tanto cargada a la parafernalia, “Top down, Foot Down” le seguiría al tema de apertura, vendría luego “Soldier” e “Into Valhalla” pegada de “Baroque & Roll”, seguiría el turno de “Like an angel”, “Relentless Fury” y “Wolves At The Door”. A esas alturas del partido todo, absolutamente todo era de él: el teatro, el escenario y el público. El artista se paseaba de un lado a otro, corriendo y tirando las guitarras a la nada cada vez que las cambiaba, a veces sus ganas de figurar eran mayores que su talento y eso puede llegar a aburrir.

Pero todos conocemos al sueco por la mixtura perfecta que realiza entre el metal y la música clásica y claro llegaría el turno de los clásicos, y por clásicos nos referimos a esas piezas de la música docta que él revisita de manera perfecta, “Badinerie” de Bach sería la primera seguida de “Adagio” de Paganini.

 

El listado de temas era tan variado que hubo espacio para todo y era el turno de recordar su paso por la banda Alcatrazz, la canción escogida para esto fue “Evil Eye”. También vendría el minuto de contarnos a través de las seis cuerdas cuáles eran sus influencias que vienen desde el rock y con una versión correcta de “Smoke on the Water” se cumplió el objetivo.

La noche del viernes fue explosiva y llena de emociones, no somos los llamados a juzgar otros aspectos como su excesivo protagonismo o su ego porque no es nuestro trabajo, eso es menester de otras disciplinas. Lo que sí queríamos decirles que lo del viernes fue un show a toda prueba, un espectáculo de alto nivel, que con atraso de por medio en desmedro de Alejandro Silva Power Cuarteto dejó al público encantado con la presentación de un virtuoso que pocas veces podemos ver.

Fotografías: Octavio Mendoza Quiñones.

 

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