Hablar de In Flames es hablar sobre un emblema, una banda transgeneracional que desde comienzos de los noventas ha influenciado a la escena metalera desde Gotemburgo, Suecia.
Precursores del sonido death metal melódico junto a Dark Tranquility y At the Gates, abrieron los oídos de cientos de jóvenes que desencantados con la movida nü metal estadounidense migraron felices a las bandas escandinavas quienes mantenían la potencia del heavy y el thrash, aportando nuevos ritmos y temáticas en sus líricas.
De la mano de Anders Fridén y Björn Gelotte, únicos miembros que se mantienen de la clásica formación de 1995 que los catapultó a la fama con su trabajo “The Jester Race”, el quinteto ha sabido mantenerse vigente, aportando en la modernización del estilo y sufriendo las críticas de comercializarse y venderse a la industria del entretenimiento.
In Flames es sin duda una banda de talla mundial, con un directo que los debe posicionar seguramente en una de las mejores bandas de clubes en el mundo. Un proyecto que cuenta con una discografía viva que cuenta con 14 trabajos de estudio, que crece cada tres años y que este año los trajo a nuestro país promocionando su más reciente álbum “Foregone” con una nueva alineación Chris Broderick (Megadeth) en la guitarra, Tanner Wayne en batería y Liam Wilson quien se sumó en esta gira.
Con todos estos antecedentes y toda la expectativa que puede generar la visita de artistas de tamaña envergadura y con todo el cariño que uno siente por ellos, llegamos puntuales a la cita de prensa que nos convocó al Teatro Coliseo a eso de las 20:30 horas. La gente se saludaba, como un grupo de amigos que sólo se encuentra en los conciertos, efervescencia social que sólo la familia de la música conoce. Los parches, las poleras, stickers y mil souvenirs más acompañados de las latas de cervezas armaron el ambiente previo. Las miradas de felicidad se dibujaban en los ojos de distintas generaciones de metaleros que aguardaban tranquilos la apertura de las puertas y que se prendiera el escenario con las llamas de la banda sueca.
21:15 salió al escenario In Flames. En los minutos previos el Coliseo parecía que iba a explotar, la ansiedad era tremenda, la hinchada no quería esperar un minuto más y cuando se prendieron las secuencias (The Beginning Of All Things That Will End) que anunciaban el comienzo del show, el teatro retumbó hasta el Palacio de La Moneda.
El quinteto salió a escena, Anders Fridén con una camiseta de la selección de fútbol que en su espalda tenía el número 23 y decía In Flames y todo se detonó. El reencuentro fue como una simbiosis, una conexión similar a la de la cabeza de un fósforo con la lija de la cajetilla y todo comenzó a arder. “The Great Deceiver”, “Pinball Map” y “Everything’s Gone” llegaron sin respiro, clásicos a la vena saltando de década en década, dejando en claro que sus canciones mantienen el mismo ADN desde el comienzo hasta el día de hoy. “Ordinary Story”, “Darker times”, “Behind Space y Graveland”, el público coreando cada una de las canciones sin descanso y en cada pausa demostrando su afecto por los escandinavos con fervientes gritos de estadio que conseguían hacer sentir en casa al quinteto que respondía cercano y se sumaba a las arengas.
Continuaron “The Hive”, “Cloud Connected” y “Only for the Weak”, un paseo por los inicios de su carrera que devolvieron a muchos de los y las asistentes a su temprana juventud, cuando In Flames definitivamente irrumpió en la escena mundial para quedarse hasta el día de hoy. Con “The Quiet Place”, “Foregone Pt. 1”, y “State Of Slow Decay” la banda se dio el gusto de pegar sus éxitos más comerciales con uno de los sencillos más recientes y no hubo nadie en el Coliseo que no disfrutara.
A estas alturas el calor en la cancha era un sauna, pero aún así nadie paraba de saltar. “Alias”, “The Mirror’s Truth” y el show corría a la velocidad que se propaga un incendio en un campo de pasto seco en verano, no se veían rostros de agotamiento, pero lamentablemente el show empezaba a llegar a su fin. Las dos últimas piezas fueron “I Am Above” y el clásico de clásicos “Take This Life”. El show en los corazones de los que fuimos duró apenas 15 minutos, demasiado potente la descarga del lanzallamas liderado por Anders Fridén y Björn Gelotte, no fue fácil la despedida y creo que tanto el quinteto como los que estuvimos presentes queríamos más.
Los suecos se van de Chile después de dejar cenizas en las calles de un Santiago que sabe de eso. Definitivamente presenciamos a una de las mejores bandas de club en la escena mundial y desde Rock Legacy nos vamos con el corazón y los oídos repletos de metal del bueno.
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