- A dos años de su formación, Juan Fixión debuta con una banda de lujo, llevándonos por pasajes que, con el rock y el new wave por guía, comparte tanto de sonidos andinos como de sonidos cercanos al soul o al blues. Sin duda que acá no sólo hay buen gusto, sino que también buenas ideas.
Ya desde la primera canción, “La Caída del Sujeto”, es posible notar la calidad de los músicos que componen a la banda. Diego Gabarró se luce con un solo de guitarra que no se queda con todo el mérito, ya que sus compañeros de banda también generan un soporte inquieto que nos deja preparados y con ganas de querer escuchar más.
“Aires” no se esfuerza en esconder sus influencias desde el inicio, con un inesperado cuatro tocando los primeros acordes y manteniendo un ritmo latinoamericano, entregando una canción que tiene tanto de este sonido como de estética pop, que genera una especie de canto andino urbano.
El cruce al tercer track del disco se vuelve natural, aunque ahora apegado un poco más a los estándares del folk más tradicional y contemporáneo, que recuerda un poco al trabajo realizado por Tata Barahona. En “Tránsito”, además, se siente que el bajo de Matías Urmeneta va forjando al resto de los instrumentos en los casi 3 minutos de canción.
“Nueva Estadía” es la última gota de influencia andina en el LP, aunque tomando este trabajo desde otra perspectiva, llevándola a un ritmo mucho más encendido. A ratos rememora un poco a lo que se escucha en los mejores inicios de los Kuervos del Sur, pero con la ya inconfundible voz de Juan del Pozo, más cercana al soul que al rock, en el mejor de los sentidos.
Un pequeño giro hacia ritmos jamaicanos es lo que se siente en “Materia Prima”, aunque tomando influencia de otros sonidos, como el blues o el new wave. Por otro lado, “Que me dices” es un corte que destaca por las atmósferas que logran a través de los sintetizadores y las guitarras, generando un viaje onírico que cautiva y convence en darle repeat tras su primera escucha. Infaltable para las playlist de música chilena de este año.
“Morir” nos regresa a los ánimos del inicio del disco, pero con un encanto particular que le da aires de single. Y ojo, que no es menor el trabajo de José Tomás Nieto en la batería durante los coros, otorgando una capa de dinámica extra al ya pegadizo estribillo que encontramos acá.
Por último, y ya cerrando el disco, “Respiro” nos trae de vuelta a la calma, pero a aquella que se genera al llegar al final de la semana para liberar la cabeza y tomar un trago mirando Santiago de noche desde las alturas. Definitivamente, un broche de oro para la media hora de duración que posee el disco, con una propuesta que maniobra entre el soul y el new wave, con influencias a ratos andinas, a ratos blueseras. Un sonido que exuda una melancolía elegante y urbana por donde se le escuche.