Tras una comentada presentación en el Festival de Viña del Mar al cierre de la jornada del 27 de febrero, los liderados por Ian Astbury recibieron el merecido aprecio del público local, a más de siete años de su última visita con show propio. La jornada contó con la actuación de la banda local Dead Christine como acto de apertura.

 

Con unos quince minutos de retraso, el cuarteto dio inicio a un show programado para las 21:00, tras la presentación de la banda local Dead Christine, quienes sumaban otro hito a su carrera con esta invitación a abrir tan magnánima jornada.

Foto: Octavio Mendoza

Los locales liderados por Christina Forno mostraron canciones de su primer álbum Heaven and Hell (2016) como “She’s On Fire” pero también material de su más reciente trabajo, “Stregheria”, lanzado hace exactamente un año. Como novedad en su alineación contaron en el bajo con Seba Lira (We Are the Grand) en reemplazo de Ramón Pasternak, quien no pudo estar presente. Forno se mostró agradecida de ser convidada al evento y, luego de unos veinte minutos, se despidieron del escenario.

A eso de las 21:15, The Cult, a diez días de su bullada presentación en el Festival de Viña y más de siete años desde su última presentación en nuestro país en este mismo Teatro Caupolicán, se plantó en el escenario con un feroz arranque: “In the Clouds” y “Rise”, con esos gancheros riffs de Billy Duffy, no dejaron a nadie del público inmóvil. 

Foto: Octavio Mendoza

Wild Flower”, uno de los más emblemáticos temas de su repertorio, bajó algo la marcha mas no la energía de los forofos que se agolparon casi encima del horario de inicio del show. 

El repertorio mostrado se enfocó principalmente en la primera etapa de su carrera durante los 80s, de las que destaca canciones que no habían interpretado antes en nuestro país como “Ressurection Joe” y “Spiritwalker”, post punk y rock gótico en su máximo esplendor.

Desde el punto de vista de la puesta en escena, el show fue sobrio: los cuatro músicos vestidos de negro (con el legendario John Tempesta en batería y Charlie Jones en bajo completando el tándem Astbury-Duffy) dominaron el escenario sin necesidad de artificios. Solo a mitad del set, a partir de “Revolution”, una proyección de luces —en un principio, rojas— añadió un leve matiz visual. Esto refuerza que el espectáculo se sostiene en la calidad de las composiciones y en una interpretación impecable tras casi 40 años.

Vítores y palmas generalizadas durante “Sweet Soul Sister”, que también tuvo al cantante bailando e incluso jugando con su pandero del que prácticamente nunca se despegó.

Rain desató cabeceo, guitarras invisibles, bailes y coros a voz en cuello de parte del público, demostrando lo que The Cult evoca y lo que convoca: rock and roll, hard rock, post-punk y rock gótico

El cierre épico con “Brother Wolf, Sister Moon” (otra que no habían tocado antes en Chile), y las clásicas “Fire Woman” y “Love Removal Machine” con un Astbury metiendo la letra de “Dirty Deeds Done Cheap” de AC/DC al inicio.

El show incluyó lo más icónico de su repertorio pero también deep cuts para los fans más acérrimos. Ian Astbury -una de las más grandes voces del rock de los últimos tiempos, apelativo que se vió refrendado a inicios de siglo cuando fue escogido por Ray Manzarek y Robby Krieger para ser la voz de The Doors– finalizó agradeciendo, presentando a la banda y terminó hincado en el suelo, haciendo una especie de reverencia, como si el público fuera legendario, cuando en realidad la banda de culto son ellos.

 

Por Eduardo Soto González

Profesor de Inglés de profesión, cronista musical por vocación.

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