Hay noches que quedan grabadas a fuego en la memoria colectiva del metal. La noche del viernes 13 de junio de 2025 en el Teatro Cariola fue una de esas ocasiones. Marty Friedman, el maestro de la guitarra de seis cuerdas, el exarquitecto del sonido de Megadeth y actual embajador del rock japonés, descendió sobre Santiago para entregar un concierto que, a pesar de los pequeños contratiempos, se erigió como una clase magistral de virtuosismo, emoción y un espectáculo inolvidable que, para fortuna de todos, fue inmortalizado para un futuro lanzamiento en DVD y Blu-ray.
El ambiente en las afueras del icónico recinto de la calle San Diego era una mezcla de expectación y ansiedad contenida. Un retraso en la apertura de puertas, un contratiempo que en otras circunstancias podría haber mermado los ánimos, aquí pareció actuar como un catalizador. La fila de chaquetas de cuero, polerones negros, bufandas oscuras y guantes se extendía a pesar del frío, compactándose con cada minuto que pasaba, no con frustración, sino con una creciente anticipación. Se compartían historias, se especulaba sobre el setlist y, sobre todo, se celebraba el regreso de una leyenda.
La noche no solo pertenecía a Friedman. Como es costumbre en producciones de esta envergadura, el talento local tuvo la oportunidad de brillar, y vaya que lo hizo. La tarea de preparar el terreno para el huracán sónico que se avecinaba recayó sobre dos de las propuestas más sólidas y respetadas de la escena metalera chilena: Hidalgo y Plasma.
Primero fue el turno de Hidalgo, la banda liderada por el aclamado guitarrista Gabriel Hidalgo. Conocido por su técnica depurada y su capacidad para fusionar el metal progresivo con elementos del folklore chileno. Desde el primer acorde, demostraron por qué son una de las exportaciones más finas del metal nacional. Su presentación fue un despliegue de poder y precisión. Las complejas estructuras de sus canciones, los cambios de ritmo vertiginosos y, por supuesto, los solos de Gabriel, ejecutados con una limpieza y una pasión desbordantes, capturaron inmediatamente la atención de un público que, si bien esperaba a la estrella principal, supo reconocer y ovacionar la calidad de músico que tenía en frente. Fue el aperitivo perfecto, una demostración de que en Chile el virtuosismo en la guitarra goza de buena salud.
Fotografías de Hidalgo por Eric Ibáñez @fotosmetal
A continuación, el escenario fue tomado por Plasma, el vehículo creativo del extraordinario Claudio Cordero. La presentación de Cordero venía con un aura especial, al ser un nominado a “Mejor Instrumentista del Año 2025”, un reconocimiento que su actuación no hizo más que justificar. Plasma desató una tormenta de metal progresivo instrumental que dejó a más de uno con la boca abierta. El dominio de su instrumento es total, moviéndose con una fluidez pasmosa entre pasajes de complejo shredding, melodías conmovedoras y riffs pesados. La banda que lo acompaña es una máquina, proporcionando la base rítmica sólida y compleja que su música exige. El público del Cariola, respondió con ovación, reconociendo a un músico de clase mundial. La vara había quedado altísima, el ambiente estaba caldeado y el escenario, listo para recibir al maestro.
Fotografías de Plasma por Rubén Gárate @brutal_pebre_
A las 22:35 horas, las luces del Cariola se extinguieron por completo, desatando un rugido ensordecedor. Una a una, las siluetas de la banda de Marty Friedman tomaron sus posiciones. La energía era palpable. Y entonces, emergió él, con su sonrisa característica, su inconfundible cabellera y una elegante guitarra de un color morado brillante. A su lado, una banda que es mucho más que un simple acompañamiento: la carismática y talentosa Waka en el bajo, el enérgico y preciso Naoki Morioka en la guitarra rítmica, y el imparable dínamo Chargeeeeee en la batería.
Sin mediar palabra, la banda se lanzó de cabeza con “Deep End” de su última placa “Drama”. El impacto fue inmediato y visceral. Un muro de sonido perfectamente ecualizado inundó el recinto, con la guitarra de Marty sonando con precisión. Su tono, ese sonido inconfundible que ha influenciado a generaciones, estaba allí en toda su gloria: melódico, agresivo, exótico y profundamente emotivo. Continuaron sin pausa con “Angel”, una pieza que demuestra su maestría para construir melodías que se clavan en el alma sobre una base de rock pesado.
La primera gran sorpresa de la noche llegó con “Monophony”. La bajista Waka, cuya presencia escénica es magnética, se acercó al micrófono colocado especialmente para este momento. Su voz, clara y melódica, contrastaba con la intensidad instrumental, añadiendo una nueva capa de textura y emoción al concierto. Fue un momento que demostró la versatilidad de la banda y la confianza de Friedman en sus compañeros, dándoles su propio espacio para brillar.
La energía volvió a subir a niveles estratosféricos con “Hyper Doom” del álbum “Inferno”, una pieza de agresión controlada y riffs demoledores que incitó a que el público hiciera un headbanging generalizado. Fue un recordatorio contundente de las raíces metaleras de Friedman.
Uno de los aspectos más fascinantes de la carrera solista de Marty Friedman es su profunda inmersión en la cultura japonesa y su habilidad para fusionar la música tradicional de ese país, en particular el enka, con el heavy metal. La interpretación de “Amagigoe”, un clásico de Sayuri Ishikawa reinventado por Friedman, fue uno de los puntos más altos y emotivos de la noche.
Y entonces, llegó el momento que, para muchos, definía la peregrinación al Cariola. Un simple arpegio, reconocible al instante, hizo que el teatro estallara. Era el comienzo de “Tornado of Souls”, la joya de la corona del álbum “Rust in Peace” de Megadeth, y el solo que cimentó el estatus de Marty Friedman como un dios de la guitarra. Pero Marty y su banda tenían preparada una sorpresa. Justo cuando la canción llegaba al clímax, al momento previo al legendario solo, el guitarrista rítmico Naoki Morioka dio un paso al frente y comenzó a tocar… una versión deliberadamente distinta del solo. Tocó un par de notas erráticas y la banda se detuvo en seco. Por un instante, una fracción de segundo, el público quedó en un silencio desconcertado. ¿Qué estaba pasando? Marty y Naoki simulan una discusión y el público comienza a gritar “What The Fuck”. Tras la pausa y las risas, Marty sonrió, negó con la cabeza como si reprendiera a su compañero de travesuras, y entonces, atacó el verdadero solo. Un momento épico.
Lejos de bajar la intensidad tras el clímax de “Tornado of Souls”, la banda continuó con un despliegue de su diverso catálogo. “Kaze ga Fuiteiru” nos devolvió a las bellas melodías de inspiración japonesa, mientras que “Tearful Confession” y “Illumination” mostraron el lado más introspectivo y progresivo de Friedman. “Devil Take Tomorrow” elevó nuevamente la energía con su ritmo galopante y sus armonías intrincadas, un momento dedicado para la increíble sección rítmica de Waka y Chargeeeeee.
El tramo final del set principal llegó con “Elixir” y la espectacular “Dragon Mistress”, un clásico de su primer álbum solista “Dragon’s Kiss”. Cerrar con esta última fue un guiño perfecto a sus inicios, uniendo el punto de partida de su viaje en solitario con su encarnación actual.
Antes de abandonar el escenario, Marty se tomó un largo momento para presentar a su banda de una manera única y memorable, casi como si estuviera animando un programa de televisión japonés. Con un entusiasmo contagioso, presentó a cada miembro “¡Naaaaaaoki!”, “¡Waaaaaaaaaka!”, “¡Chaaaaaaaargeeeeee!”, dándole a cada uno su momento bajo los reflectores, destacando sus talentos y personalidades. Este acto rompió por completo la barrera entre el escenario y el público, convirtiendo el concierto en una celebración compartida, una fiesta entre amigos.
La banda se retiró, pero nadie en el Cariola se movió. El cántico de “¡Marty, Marty!” era unánime y atronador. Sabían que la noche no podía terminar así. Y no lo hizo. Tras unos minutos, la banda regresó al escenario para el encore. Pero en lugar de una última explosión de energía, Friedman optó por algo diferente, algo más profundo. Eligieron “For a Friend”, una balada conmovedora y melódica. Fue el epílogo perfecto para una noche de emociones intensas que no olvidaremos y que podremos recordar cada vez que queramos cuando salga la grabación del show.
Fotografías de Marty Friedman por Rubén Gárate @brutal_pebre_