El punk hace décadas que está más allá de la expresión musical. Discusiones de borrachos tratan de enmarcar cuándo nace, si son los Ramones o los Saicos del Perú los primeros en construir su sonido. La verdad es que la respuesta es muy punk: a nadie le importa.
Lo trascendente es que, a través de los años, el punk realmente no muere y sus primeros exponentes poco a poco se van retirando de la escena para darle espacio a nuevas corrientes y miradas a una tribu que convirtió la simpleza en una forma de vida.
Desde Gran Bretaña nos han llegado infinidad de proyectos desde la condecorada generación del año 77. Pero hay una segunda ola igual de valiosa y condecorada que en las generaciones más jóvenes, ha sido la encargada de patearle el trasero en directo con el sonido y la actitud del punk.
The Adicts es una de esas bandas, quienes visitaron Chile por primera vez el año 2010 y, desde entonces, se convirtieron en el emblema vivo de un sonido, de una escenancia, de la magia que este rock callejero que hace a sus fanáticos mantenerse jóvenes tanto en lo mental como en lo espiritual. Es de esta cuarta visita que los británicos hacen a nuestro país que te vamos a conversar hoy.
La tarde de ayer, frente al palacio de la Moneda, se llevó a cabo el más reciente show de The Adicts en nuestro país. La fiesta partiría temprano en el Teatro Coliseo, así que botella en mano la gente calentó motores para entrar en forma desde las 19.30 horas.
¡1, 2, 3, va! fue el grito que a las 20 horas resonó en el teatro. Paranoia salió a escena, banda procedente de la comuna de La Florida. Sin hipo y sin tapujos, salieron al escenario para entregarnos una energética presentación donde presentaron su aval de más de 20 años de trayectoria en la senda del punk rock, la anarquía y la rebelión.
Paranoia es un power trío que disfruta su directo. Cantan los tres, y en pocos segundos, la marcha vertiginosa del rock más eléctrico se cala por tus dientes, la cabeza se te alborota y no puedes parar. Con un impecable sonido de guitarra de la mano de Rodrigo “LocoRo” Muñoz, la banda brilló por sí misma.
Mucha gente los esperaba y corearon sus canciones. Nos encanta que se está haciendo costumbre que la fanaticada nacional apañe a las bandas y llegue desde temprano, porque sin dudarlo, la entrega de la banda de La Florida fue completamente digna de un festín de distorsión, cerveza y rock & roll. Aguante Paranoia y la escena punk nacional.
Si hay algo que no caracteriza a los punkies es la paciencia. Pasadas las 21 horas la ansiedad estaba en la piel de la asistencia. Más encima por descoordinación se dispararon parte de los visuales minutos antes que los londinenses salieran a escena.
Con unos 15 minutos de espera comenzó la experiencia, adictiva y adrenalínic, de ver a The Adicts en vivo. Desde el primer minuto simplemente genial. La cancha se convirtió en una selva salvaje. Entre los empujones, aullidos, el mosh y los stage diving, que no pararon ni un minuto en toda la presentación.
La gente se entregó con fervor a cada momento del minucioso espectáculo que los veteranos del punk nos entregaron. Las bengalas se encendieron, el segundo piso respondió vitoreó y Santiago dio la bienvenida a los londinenses.
Sin espacio para un alma más, el Teatro Coliseo ardió como una olla a presión que cocina un guiso de carne picada, y el público fue el ingrediente que convirtió la noche en la receta perfecta.
El show de The Adicts es una demostración de experiencia pura. La banda caracterizada como drugos, su vestimenta habitual (expropiada directamente de la Naranja Mecánica), salieron a hacer lo suyo: travesuras y descontrol.
Más de una hora duró el darb (jolgorio en coa drugo), que recorrió su trayectoria desde su primer trabajo “Songs of Praise” de 1981 hasta “Rise and Shine” del 2023.
Manejando el tiempo de calma para que la gente coreara como hinchas de estadio y desatara su euforia con sus piezas más adrenalínicas y descontroladas como: “Let’s Go”, “Joker in the Pack”, “Bad Boy” y por supuesto “Viva la Revolution”, que es su caballito de guerra desde 1982.
The Adicts, a pesar de ser una banda punk, maneja muy bien el mainstream. El grupo construye cada espectáculo como una experiencia que se conjuga entre la relación de la música con la audiencia y que posteriormente es manejado por Monkey (Keith Warren), su vocalista, que hace el papel de director general de la distopía, jugueteando con la audiencia, lanzando baldes con bebidas sospechosas y recibiendo las ofrendas que llegan de su fanaticada en la cancha.
Vivir un concierto de The Adicts es speed puro inyectado a la yugular, es similar a la adrenalina provocada al ser perseguido por un enjambre de avispas asesinas. No hay descanso. Nada ni nadie podrá protegerse de la picazón que entra en tu cuerpo y se convierte en desplante escénico, te empuja a bailar desaforadamente, a saltar, girar, gritar sin parar de mover los pies.
Las interminables quejas que algunas personas que sentían que los stage diving interrumpían la visión, no pudieron opacar lo maravilloso que es ser y ser parte del desenfado y el sarcasmo de Monkey y su pandilla, que con confetti, banderitas y globos nos dieron una clase soberbia de punk rock.
Si realmente el Viva la Revolution Tour, es su despedida, en Chile lo hicieron de la mejor forma. Dejando pictografías de ensueño en la memoría de todos la gente presente, que sin importar que estuviera bailando, mirando pasmada, tratando de entrar a la cancha o vomitando en el baño, simplemente vivió una experiencia que solo el punk sabe confeccionar y que The Adicts convirtió en oficio de vida. Y que en su visita a nuestro país nos lo obsequió como un supuesto último adiós.
Así nos despedimos de este recuento con sabor a cerveza y rock & roll. Hasta la próxima, y como dijo la banda EntreKlles, ojalá que el Carnaval de las Bestias nos visite nuevamente. Somos Rock Legacy entregándote nuestra versión de otro show, nos vemos hasta la próxima.


¡Qué bien escrito! Me encanta cómo se describe el pánico por la descoordinación de los visuales y cómo la gente se arrodilla en el suelo como si fueran enanos de J.R.R. Tolkien durante el mosh. Esos stage diving son más efectivos que cualquier triciclo para el ejercicio. Además, lo de Monkey jugando a director general de la distopía y lanzando baldes de bebidas sospechosas suena a un truco publicitario muy bien pensado. ¡Qué manera tan punk de hacer marketing! ¡Aguante Paranoia y esta forma tan original de vender cerveza!watermark ai