Hace tres décadas, el 12 de septiembre de 1995, Red Hot Chili Peppers lanzaba One Hot Minute, un álbum marcado por la experimentación sonora y la exploración de territorios más densos y oscuros que los discos anteriores. La ausencia de John Frusciante, atravesando un complejo momento personal, llevó al grupo a incorporar a Dave Navarro (Jane’s Addiction) en la guitarra, cambiando profundamente la dinámica creativa y el carácter del sonido. Las circunstancias convirtieron a este sexto trabajo de su catálogo en un disco al margen, diferente y -a veces- esquivo: uno que los fans y la propia banda miran con ojos mixtos, entre admiración y cierta distancia.
A pesar de su pesadez, el disco contiene destellos de ingenio, frescura y efervescencia que lo humanizan. Puede entenderse como un “minuto feliz” (o mucho más que eso): momentos breves e intensos de placer, fugaces pero memorables. En Chile, esta idea remite a los cuestionados cafés con piernas (¿Coffee Shop?), donde la interacción momentánea y la atención compartida se transforman en un rito de pequeños disfrutes. Estos, en cambio, son enormes. Y no se concentran en un solo tema; más bien, se dispersan a lo largo del álbum, cada canción aportando un matiz distinto al mosaico sonoro de One Hot Minute. La energía y oscuridad que Navarro introduce conviven con pasajes de picardía, groove y espontaneidad, haciendo que cada pista se viva como un instante único de goce destilado.
Así, recorrer esta placa es como pasar de un sorbo amargo a uno dulce: cada sonido tiene su propio carácter, su propio “minuto” que invita a ser saboreado con atención. No se diga más.
Warped
Abre el álbum como un zambullido en la turbulencia emocional que caracteriza a One Hot Minute. Transmite un vértigo interno, atrapando al oyente entre el deseo de control y el caos de la dependencia y la vulnerabilidad. La voz de Kiedis, urgente y cortante, y la guitarra de Navarro, pesada y crujiente, crean un ambiente de tensión hipnótica. El groove de Flea y la batería de Chad Smith aportan un pulso que combina urgencia y precisión, mientras Stephen Perkins (Jane’s Addiction, Porno for Pyros) suma percusión, acentuando la densidad rítmica del tema. En vivo, Warped fue interpretada 58 veces durante la gira de 1995-1997, desde Los Ángeles hasta París, consolidándose como un tema que encarna la intensidad y espesor sonoro de esta etapa de la banda.
Aeroplane
Contrasta con Warped, flotando con ligereza y humor, un respiro dentro del álbum. Kiedis se eleva sobre sus preocupaciones, mientras el interplay entre bajo y guitarra genera un efecto de vuelo sonoro. Las voces de apoyo de los “Aeroplane Kids” -entre quienes se incluye a Clara Balzary, hija de Flea– aportan un toque infantil y etéreo que refuerza la sensación de liviandad, convirtiendo el tema en un estado de diversión y despreocupación. Representa fases de disfrute intenso en medio de un disco oscuro. En vivo, es uno de los pocos temas que sobrevivió al limbo post-1997: fue tocado 108 veces, con un regreso notable entre 2016 y 2019 gracias a Josh Klinghoffer, antes de desaparecer nuevamente del repertorio.
Deep Kick
Explosión de juventud y memoria, repaso a la energía cruda de la adolescencia, con irreverencia y curiosidad. La canción abre como un poema hablado por Kiedis, acompañado de un fondo musical suave, antes de estallar en un rock funk lleno de fuerza, con la guitarra incisiva de Navarro, el bajo irreverente de Flea —quien, además, canta la parte final—, la batería marcada de Smith y la percusión adicional del músico Lenny Castro. Los coros compartidos entre el bajista y el vocalista agregan textura y dinamismo, haciendo que lo que podría parecer un tema prescindible se transforme en una fiesta sonora irresistible. Interpretada 49 veces, principalmente durante la gira original, nunca ha vuelto a los setlists posteriores, convirtiéndose en un tesoro escondido que ahora sólo vive en la memoria de quienes asistieron a esos conciertos.
My Friends
Un refugio emocional dentro del disco, donde la amistad y la vulnerabilidad se destacan. Kiedis canta de forma contenida y confesional, mientras Navarro construye un paisaje sonoro delicado y conmovedor, con la percusión extra nuevamente a cargo de Castro. La canción genera un espacio íntimo dentro de la densidad del álbum y es una de las más reconocidas de la época noventera del cuarteto. Interpretada 42 veces entre 1995 y 1996, se mantuvo ausente durante décadas hasta que el 2 de octubre de 2021, Smith y Navarro la interpretaron juntos en el Ohana Festival, acompañados de Taylor Hawkins (Foo Fighters, Chevy Metal) en la voz, Pat Smear (Germs, Nirvana) en guitarra y Chris Chaney (Alanis Morissette, Jane’s Addiction) en bajo, siendo lo más cercano que hemos estado a su performance en un escenario.
Coffee Shop
Ligereza cotidiana y disfrute de lo momentáneo: juguetona, curiosa y traviesa. La letra celebra encuentros casuales mientras la instrumentación refuerza la efervescencia de esos momentos, en donde “podemos bailar como Iggy Pop” si así se nos place. Lenny Castro acentúa la vivacidad de la canción, y las segundas voces contribuyen a la sensación de alegría compartida. Tocada 48 veces en la gira original, Coffee Shop nunca ha vuelto a los escenarios, convirtiéndose en una joya que refleja la atención a los pequeños placeres de la vida, con un guiño cómplice a los “minutos felices” que da nombre a la reseña.
Pea
Ácido y confrontacional, con Flea en la voz principal y en el bajo. Se mueve con un groove minimalista que resalta el mensaje y la personalidad del cantante, transmitiendo sarcasmo y diversión al mismo tiempo. Su fuerza reside tanto en la composición como en la actitud desafiante que proyecta. Notable por ser la única que se interpreta con regularidad desde la era Navarro hasta el presente, acumulando más de 150 performances. Aún así, sigue siendo nula su aparición en vivo en Chile.
One Big Mob
Celebra colectividad y fuerza compartida, con la batería de Smith marcando el pulso, el bajo potente de Flea y Navarro moviéndose entre riffs densos y espacios abiertos. Los coros de Jimmy Boyle, Louis Mathieu y Aimee Echo, la percusión de Stephen Perkins y el llanto de Gabriel James Navarro suman una sensación de comunidad, reforzando la idea de que la fuerza compartida también puede ser gozosa y liberadora. La canción fue tocada 50 veces en la gira original, y nunca ha reaparecido en giras posteriores.
Walkabout
Introspección y movimiento. La canción plantea un viaje interno sobre identidad y sentido de la vida, con la percusión de Lenny Castro acompañando los ritmos fluidos y la instrumentación reforzando la sensación de avance. Su carácter meditativo y envolvente la convierte en un respiro dentro del álbum, mostrando que incluso en One Hot Minute hay espacios de reflexión y calma. Interpretada 55 veces durante la gira original, nunca volvió al repertorio.
Tearjerker
Homenaje íntimo y doloroso a Kurt Cobain, donde la tristeza se equilibra con ternura y respeto. Kiedis canta con vulnerabilidad, Navarro ofrece un acompañamiento etéreo, la percusión extra que agrega Castro y el violín de Keith “Tree” Barry añade un matiz melancólico que profundiza el tributo. Nunca fue interpretada en vivo, convirtiéndose en un tesoro emocional, en un momento de duelo y contemplación que nunca ha tenido un despliegue en el escenario.
One Hot Minute
La canción que da nombre al álbum encapsula su esencia: intensidad concentrada y efervescente. La voz de Kiedis fluctúa entre urgencia y vulnerabilidad, mientras la guitarra de Navarro construye texturas densas y psicodélicas que refuerzan la sensación de un instante de emoción intensa. La percusión de Lenny Castro y la armónica del músico y actor John Lurie aportan riqueza instrumental, mientras los coros de Aimee Echo suman profundidad vocal. La letra combina imágenes poéticas y sensoriales con reflexiones sobre conexiones humanas, generando una experiencia que mezcla euforia, tensión y diversión. En vivo, fue interpretada solo una vez, en Budapest en 1996, consolidando su carácter casi mítico.
Falling into Grace
Crea una atmósfera serena y contemplativa dentro del disco, ofreciendo un respiro tras la intensidad de los temas anteriores. La voz de Kiedis se envuelve en los coros de la gurú del yoga Gurmukh Kaur Khalsa y Kristen Vigard -quien ya había participado con su voz en el disco Mother’s Milk en canciones como Higher Ground- mientras la instrumentación etérea genera sensación de flotabilidad emocional. La letra invita a la introspección y a dejarse llevar, evocando imágenes de paz y apertura hacia lo trascendente. Nunca ha sido interpretada en vivo, reforzando su carácter íntimo y exclusivo dentro del álbum.
Shallow Be Thy Game
Incisiva y provocadora, el tema critica con sarcasmo la hipocresía y el dogmatismo religioso. Kiedis adopta la voz de un hereje desafiante, cuestionando normas morales y culturales. La guitarra de Navarro y el bajo de Flea refuerzan la ironía de la letra, mientras la instrumentación mantiene la fuerza del mensaje. Fue interpretada siete veces entre 1995 y 1996, demostrando su impacto principalmente en la grabación más que en el directo.
Transcending
Reflexivo y sentido, este track final -compuesto en su mayoría por Flea– funciona como un tributo a River Phoenix, actor y amigo cercano de Anthony Kiedis, y una meditación sobre la vida, la muerte y la amistad. La instrumentación crea un espacio reflexivo donde la voz del cantante se mueve con ternura y sinceridad. La letra combina duelo, amor y crítica social, logrando un cierre del álbum que mezcla intimidad y trascendencia espiritual. Fue interpretada trece veces durante la gira europea de 1995, aunque su verdadero impacto está en la riqueza emocional de la grabación.
Si bien este sexto disco de Red Hot Chili Peppers contiene algunas de las composiciones más intrigantes y arriesgadas de los californianos, la historia en vivo del álbum ha sido marcada por la negativa sistemática del guitarrista John Frusciante a interpretar estas canciones. Esta resistencia ha convertido al repertorio de One Hot Minute en un terreno exclusivo para quienes lo vivieron en su momento con Dave Navarro, que fue capaz de plasmar su sello único en cada interpretación o cuando regresó a la banda Josh Klinghoffer.
Curiosamente, ninguna de las canciones de este trabajo ha sido interpretada en Chile, ni siquiera Pea, que desde 2022 hasta el año pasado formaba parte —aunque de manera esporádica— del repertorio en vivo, a pesar de que la banda ha visitado el país en seis ocasiones desde 1999, incluyendo presentaciones en el Centro Cultural Estación Mapocho, en el festival Lollapalooza 2014 y 2018, y en solitario, por partida doble, en 2023 en el Movistar Arena. Esto refuerza la idea de que One Hot Minute sigue siendo un disco al margen, un tesoro escondido dentro de la historia de los californianos, que permanece inaccesible en el directo para buena parte de los fans locales.
Frusciante volvió y la situación parece mantenerse: difícilmente podremos disfrutar estas joyas en vivo, y en su lugar seguimos recibiendo canciones de sus dos discretos últimos discos, lanzados ambos en 2022, uno de ellos doble. Este contraste resulta inevitable y algo frustrante: mientras la banda sigue explotando repertorios más recientes y seguros, One Hot Minute queda en un limbo, admirado en retrospectiva, pero —salvo por el tema propio que canta Flea— prácticamente no interpretado en vivo.
No obstante, la grandeza del álbum trasciende a sus intérpretes individuales. Aunque Frusciante es el guitarrista más emblemático de la banda y su química con Flea es irrepetible, One Hot Minute demuestra que la esencia de Red Hot Chili Peppers no reside exclusivamente en sus miembros más reconocibles. El disco es un mosaico de riesgo, emoción y destellos de humor, que brilla por sí mismo y debería ser valorado por encima de cualquier disputa personal o de la historia de la banda. Es un recordatorio de que la música, cuando es auténtica y arriesgada, puede superar las limitaciones humanas y permanecer como un legado inquebrantable. Pero hasta ahora, en la dilatada historia de la banda, no es más que un candente momento.

