El esperado regreso de Epica a Chile se llenó de fanáticos rebosantes de emoción, expectantes ante un show que prometía mucho, y que (spoiler) no defraudó en lo absoluto.
Decesssus abrió la jornada a las 19 hrs ante un muy buen marco de público, quienes disfrutaron entusiastas de una presentación sólida. La banda es una masa instrumental, con Carlos Palma, tremendo en guitarra, Jaime Pape, exhibiendo toda su artillería y versatilidad en bajo, y Martín Fenix, sólido y potente como siempre. Ignacia Fernández mostró una voz que se notó evolucionada y más segura respecto a sus primeros shows, entregando excelentes versiones de temas como “Dying Hope Blossoms” o “My War of Pain”.
El show de Fleshgod Apocalypse nunca decepciona, y el teatro se iba llenando para ver a la banda italiana, quienes ingresaron con el piano encantado de Francesco Ferrini y las hermosas voces de Verónica Bordacchini en “Ode to Art (de’ Sepolcri)”. Esta introducción emotiva dio paso a “I Can Never Die”, donde Francesco Paoli, Fabio Bartoletti y el carismático baterista Eugene Ryabchenko hicieron su aparición de manera imponente, devastando a sus seguidores y sorprendiendo de ahí en más a quienes no eran su público. Un espectáculo demoledor y muy dinámico, que se pasó volando y se disfrutó fácilmente.
A la mitad del show, Francesco Paoli pidió bailar en el mosh para regalar una bandera chilena firmada por ellos, y se lanzaron con “Morphine Waltz”, tema del disco “Ópera”. En medio de los temas finales, enviaron un saludo al malogrado Tomas Lindberg de At The Gates y cerraron con “The Violation”. Sin embargo, aún tenían para entregar un muy entretenido encore, con un brutal cover de “Blue (Da Ba Dee)”, canción bailable de la banda Eiffel 65, que rotó fuerte en MTV a principios de siglo. Un tremendo show para un telonero de lujo.
Ya con un Teatro Caupolicán lleno, la expectación se respiraba, y el grito se liberó cuando asomó la gran Simone Simons. La expresión del público fue simplemente ensordecedora y, por unos segundos, llegó a eclipsar hasta el canto de la vocalista. La banda se entregó por completo sobre el escenario, más allá de la presencia magnética de Simone, y la gente retribuyó cantando con una felicidad patente al son de “Cross the Divide” y las celebradas “Unleashed” y “Sensorium”. Ni la voz ni los instrumentos desentonaron en ningún momento; la voz de la neerlandesa es capaz de llevarte al cielo, y así se sintió.
La emoción de los fanáticos fue patente al comenzar “The Last Crusade”, y en “The Obssesive Devotion” cerraron una sección inolvidable. Intensa y extensa, fue una tromba que tuvo a Coen Janssen paseándose por el escenario con su sintetizador curvo. Coen siempre destaca por su carisma y forma de divertirse sobre el escenario, dándole un sabor agregado a la presentación. Junto al guitarrista Isaac Delahaye están constantemente interactuando, bromeando y entregando una alegría y energía contagiosa que se agradece mucho. Ariën van Weesenbeek se concentraba y su batería aplastaba en cada compás, mientras Mark Jansen lidera, con sus voces guturales, los momentos de brutalidad, que contrastaban de gran manera en la musicalidad. Rob van der Loo construía muros enormes con su bajo y se notaba que ningún detalle del show iba al azar.
“Arcana”, de su disco más reciente “Aspiral”, destacó por su peso y el breakdown del final. Notable tema, que precedió a las celebradas “Unchain utopia”, “Aspiral” y “Design Your Universe”. Salían del escenario, pero la euforia no los dejaba irse, por supuesto, y Simone dice “si quieren más tendrán que cantar conmigo”. Así, Comenzaba a sonar la marcha de “Cry for the Moon”, desatando el clímax de la noche, con Simone grabando y Coen tomando el celular de un afortunado de las primeras filas para grabar en el escenario, tomando un registro que se convertirá automáticamente en un tesoro. “Beyond the Matrix” y “Consign to Oblivion” son las últimas, y acá la diva al micrófono pidió un wall of death, que se hizo realidad para dar paso al mosh gigante. Los músicos bailan, saltan, corren y disfrutan, mientras la cantante salía con la bandera chilena para cerrar una noche mágica, de una comunión extraordinaria, y que dejará a todos esperando una nueva visita de la banda.
Noche redonda, de principio a fin.
Fotos por Cristian Madariaga

