Hace 20 años atrás, la música se vivía de una manera totalmente diferente a la actualidad; no existían los medios de streaming,  se compartía directamente en cassette, en CD, y más adelante en formato MP3. En esa época era toda una experiencia compartir música, quizás en más de una ocasión la mochila de un melómano pesaba más por los portas CD’s y su walkman que por los libros y los cuadernos para estudiar.

Sin duda que eran otros tiempos, primaba bastante la categorización musical, había que conocer lo que uno estaba escuchando, el estilo musical, sus variantes, el nombre de los integrantes y mínimo el nombre del disco. En la actualidad, importa  poco tratar de encasillar a una banda con un sonido y estilo en particular, quizás sólo vale para tomar una cierta postura intelectual, quién sabe. El hecho final y más importante es que la forma no es tan importante como el contenido.

En este contexto, específicamente el 28 de agosto del 2001, se lanza “Iowa” de Slipknot, el tercer trabajo de los oriundos de Des Moines, Iowa. Con un sonido bastante técnico, oscuro y pocas veces escuchado en el metal en general, los nueve miembros de Slipknot dieron a luz un disco cargado de misantropía. Las líricas están hechas por una subjetividad destruida, depresiva y caótica. La sonoridad logra plasmar el estado emocional de nueve personas que fueron capaces de trabajar en un disco que refleja odio y dolor.

Desde la psicología, se puede afirmar que el dolor puede destruir, pero también construir y ayudarnos a crecer. Para bien o para mal, la naturaleza humana transita en aquellas dualidades, cuando es capaz de construir, aquel proceso también se convierte en catarsis; se eliminan y se remueven aquellos recuerdos y sensaciones que alteran nuestro estado emocional, para así dar paso a una purificación mental, un nuevo estado de conciencia.

Aquel proceso de purificación mental, sana. Si esto se plasma en una obra musical, ésta  también ayudará a otros. ¿Cuántos no hemos sido cautivados y regocijados con solo oír  música, o con solo ver una pintura envejecida colgada en una pared?

La magia de las expresiones artísticas es que a nadie deja indiferente, la música tampoco es la excepción y menos un disco con las proporciones sonoras y líricas de ‘Iowa’. 

A continuación te invitamos a deconstruir este disco y a explorar sus líricas.

‘5:15’: Con guitarras distorsionadas, entre gritos y arcadas, se comienza a preparar al oyente para una descarga sonora que no dará tregua en más de 60 minutos. Después de un poco más de 60 segundos de ‘5:15’ comienza ‘People=Shit’, primera canción del disco.

Entre gritos y guitarras ultra distorsionadas, la voz de Corey Taylor comienza a repartir sus primeras líricas:

(Quiero marcharme sin dejar huella).  

(No quiero morir en este lugar).  

(Todo el mundo tiene que morir, gente = mierda).  

La tercera canción del disco es ‘Disasterpieces’ (un desastre). Mick Thompson dota a su guitarra B.C Rich con múltiples efectos, para que finalmente Joey Jordison se una y comience la enfermedad:

(Quiero cortarte y dañar la herida). 

(¿Cómo se siente estar encerrado dentro de otro sueño que nunca tuvo la oportunidad de ser realizado?).

Con un puente o interludio que estremece, Shawn Crahan y Chris Fehn, ambos percusionistas, acompañan de manera perfecta a Joey Jordison.

(Todo a mi alrededor es mío). 

(No puedo ver a través de  mis ojos). 

(Se supone que no debo estar aquí).

La cuarta canción es ‘My Plague’, primer single del disco y perteneciente a la banda sonora de Resident Evil. Con un coro completamente contagioso esta canción es probablemente la más fácil de digerir. La voz de Taylor se mueve entre lo gutural y una voz completamente limpia.

(Enfermaré y daré un mordisco de esa mierda que tu llamas corazón…). 

(Estoy dando vueltas como un cuchillo en la cáscara quiero entender por qué, pero me estoy dañando).

En la quinta canción del disco, llamada ‘Everything Ends’, ya se puede visibilizar el trabajo de Craig Jones, los sonidos de sintetizadores y los efectos incorporados a la voz de Corey Taylor hacen que este track, sea una excelente canción.

(La piel superficial, la puedo pintar con dolor). 

(Marcar los senderos en mis brazos con tu desprecio).  

Entre ritmos perfectos para un mosh pit, la banda sigue con la destrucción para posteriormente dar paso a ‘The Heretic Anthem’ en las manos de Sid Wilson.

En esta canción la banda juega con los prejuicios de quienes no conocen a la banda, además de hacer una crítica a algunos medios que los censuran.

(Si tu eres 555, yo soy 666). 

(Como un muerto golpea al éxito, quiero ser un pecador, un idolatrado estallido para la industria asesina).  

Como si emergiera desde lo más ruin, la canción ‘Gently’ comienza con unas líneas de bajo demenciales ejecutadas por el fallecido Paul Gray. Sutilmente la canción comienza a llevar al oyente a un clímax que no parece extinguirse entre una multitud de sonidos que se armonizan de manera perfecta. Esta canción es perteneciente al primer disco de la banda: ‘Mate Feel Keed Repeat’, y fue trabajada nuevamente para ‘Iowa’.

La octava canción es ‘Left Behind’, segundo single del disco. Nuevamente se repite las características de la canción ‘My Plague’. Los ritmos y el coro principal son fáciles de recordar, y se queda bastante tiempo en los recuerdos auditivos del oyente.

En el interludio, las guitarras de Jim Root y Mick Thompson crean una atmósfera musical perfecta para una película de terror de Wes Craven o Darío Argento.

(Mientras cierro mis ojos, siento que todo empeora). 

(Puedo escucharte como el fantasma sagrado y matarte si te acercas demasiado). 

‘The Shape’, la novena canción del disco, emerge desde las guitarras de Jim Root y Mick Thompson y la batería de Joey Jordison.También comienza a tener más relevancia la participación de Craig Jones, el cual dota a las canciones un toque más industrial, que hace recordar a los mejores trabajos de Marilyn Manson como el ‘Mechanical Animals’ o el ‘Antichrist Superstar’.

(Estas cicatrices, se tragan fuerte).

(La parte del pasado que es hueca y oscura).   

‘I am Hated’, es quizás la primera canción donde podemos percibir ciertas influencias del nu metal, o metal alternativo. La voz de Corey Taylor es rápida y rima al finalizar cada estrofa, sin embargo la misma brutalidad que empezó al finalizar ‘5:15’ se mantiene y se acrecienta conforme pasan los minutos. Los riff de guitarra, las percusiones de Shawn Crahan y Chris Fehn se complementan y se perciben sin quitarle protagonismo a Joey Jordison.

Ya se empieza a percibir el comienzo del final, las partes instrumentales comienzan a tomar mayor relevancia en el disco, las cuales se plasman de manera relevante en la canción ‘Skin Ticket’.

‘Metabolic’ y ‘New Abortion’ siguen la misma línea, con los nueve integrantes acoplándose tan bien como si una misma persona coordinara su mente, su voz y sus manos para hacer música que manifieste de manera perfecta una subjetividad con emociones en común.

Finalmente, la última canción que da el título al disco, comienza de manera tenue y suave, como si fuera la última etapa de la catarsis. El bajo y la batería comienzan a la par, mientras se escuchan ruidos a cargo de Sid Wilson y Craig Jones, estos parecieran ser gritos o pájaros manifestándose y haciéndose presentes más allá de los instrumentos.

Las percusiones de Chris y Shawn aparecen, mientras la respiración y las risas de Corey Taylor adornan un pasaje sonoro que va subiendo de intensidad conforme pasan los minutos.

Mick Thompson y Jim Root aguardan pacientemente hasta aproximadamente unos cinco minutos transcurridos; cuando lo hacen suenan como una explosión  que despierta y atraviesa tus recuerdos más tormentosos.

(Relájate… ha terminado, me perteneces, lleno tu boca con suciedad).

(Relájate… ha terminado, nunca te podrás ir). 

Mientras las líricas transcurren y los instrumentos son interpretados pareciera ser que los recuerdos sangran y se esparcen, sin embargo abandonan cada vez más  el cuerpo que los alimenta.

(Tengo cortes, tengo cortes, no puedo respirar).  

En este punto, los nueve integrantes despliegan toda su energía para vertirla sobre sus instrumentos.

Los nueve instrumentos van desapareciendo, para que finalmente el bajo de Paul Gray entregue la nota final.

Sin duda que esta es una de las canciones más personales de Corey Taylor. Él  relató el proceso de esta canción y comentó que los gritos que se oyen son producto de lesiones autoinfligidas mientras se encontraba desnudo en el estudio de grabación.

Esto hace que se recuerde la canción ‘Daddy’ de Korn, en la cual se oyen los llantos de Jonathan Davis. Sin duda que ambas canciones tienen una gran carga emocional para sus compositores.

Producido por Ross Robinson, la combinación entre lo lírico, lo musical y lo emocional está tan bien trabajado que lo hacen un disco irrepetible y uno de los mejores discos de la banda.

Escrito por: Hugo Osorio.

 

 

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