Este año se cumplen tres décadas del lanzamiento homónimo de Los Tres, uno de los discos debut más influyentes de la música chilena.

Eran los principios de los 90’s y el canon que dominaba el rock más popular de esa época seguía aún los alineamientos de una buena parte de las bandas que provenían de los ochentas en que teclados y sintetizadores eran parte indispensable de su sonido. 

Desde el debut de Aparato Raro en 1985 hasta propuestas nuevas para la época como La Ley confirmaban este canon sonoro, del cual se podría decir que tiene su cumbre en el legendario “Corazones” de Los Prisioneros, lanzado en 1990 y considerado uno de los mejores discos de la banda y de la historia del país.

Sin embargo, probablemente nadie vio venir el giro radical que traería el debut de Los Tres a la escena musical de la época, cambiando teclados y sintes por guitarras acústicas y ritmos provenientes del jazz, el rockabilly, el blues y el folclore, entre otros.

De entrada, la portada del disco nos muestra a “Las Actrices” del pintor georgiano Lado Gudiashvili evocando una estética totalmente retro, lo que se relaciona directamente con los sonidos que se desarrollan en el disco: un bolero rock en “Amor violento”, el rockabilly de “Sudapara” o los sonidos del jazz más clásico en “Flores secas”.

"Las Actrices" de Lado Gudiashvili
“Las Actrices” de Lado Gudiashvili

Sin embargo, la apertura del álbum con el funk de “Somos tontos, no pesados” nos deja claro que aquí no encontraremos un refrito de texturas sonoras de antaño, sino que una completa reinterpretación de aquellas vistas desde el prisma del rock noventero naciente de una época en que se rearma la identidad de un país aún adolecido por los vestigios de la reciente dictadura.

Este último tópico reluce en las 3 canciones que son el núcleo de esta obra: “Flores secas”, “Pájaros de fuego” y “La primera vez”, las cuales, una tras de otra, nos hablan desde la desesperanza, la tristeza y la rabia que aún son patentes a 3 años del plebiscito que dejaría a Augusto Pinochet fuera del poder, pero que aún eran tópicos reprimidos en una época que buscaba dejar esta historia atrás y centrarse en continuar hacia adelante lo más rápido posible en la vía de los países en desarrollo.

Entonces, en este andar y soltar, es necesario el ejercicio reflexivo en las letras de Álvaro Henríquez y su primera vez deseándole mal a alguien por aquel martes de horror mientras suena de fondo música que pudo haber estado directamente influenciada por los acordes en las guitarras de unos lejanos Quilapayún, tal como se hiciese realidad en su versión de “Pájaros de fuego” grabada y publicada el 2013.

Sin este debut y la posterior trayectoria de la banda en los 90’s, no entenderíamos esta década como la entendemos hoy, en que la mayoría de los referentes musicales de otras grandes agrupaciones vinieron desde el extranjero, por lo que nos costaría conectar con una identidad propia a la que llamemos “rock chileno”.

Tal como Roberto Parra, tío abuelo de Ángel Parra y mentor de Álvaro Henríquez, generó su versión criolla del jazz, Los Tres logran generar desde aquí una visión del rock como parte de la música popular chilena, dejando un legado que actualmente es admirado tanto por sus compatriotas como por quienes los ven desde tierras lejanas.

Puedes escuchar el debut de Los Tres acá:

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By Jorge Bolton Lagos

Bioquímico, músico y fanático de la música.

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