Seguimos en modo KISS. Cuando queda cada vez menos para el regreso a nuestro país de la autodenominada banda más caliente del mundo, echamos un vistazo a su último trabajo de estudio. Lanzado hace 10 años, “Monster” es el décimo segundo álbum de la agrupación neoyorkina, el cual fue producido por su cofundador, frontman, guitarrista rítmico, y co-vocalista Paul Stanley junto a Greg Collins.

El disco, sucesor de “Sonic Boom” de 2009 y que fue el regreso en gloria y majestad de la banda tras 11 años de silencio en cuanto a canciones nuevas se trató, fue precedido del primer single llamado “Hell or Hallelujah”, que es la canción que además da el puntapié inicial a “Monster”. Y nunca estuvo mejor dicho porque eso es justamente lo que es: una verdadera y sonora patada en la cara, de completa autoría de Paul Stanley, quien canta en modo autobiográfico.

Luego es Gene Simmons quien se hace del micrófono en “Wall of Sound”, que es, literalmente, una firme muralla de sonido, con reminiscencias del más clásico sonido hardrockero de la banda, generado por allá por la década de los 70’s con tintes glam de su etapa ochentera. Cada ladrillo de esta pared sumado el uno con el otro deja como saldo todo lo que Kiss es musicalmente hablando. 

Freak”, tercer track de esta placa, es tan áspera como refrescante en lo que a su sonoridad respecta. Decir, además, que es una especie de himno no sería tan descabellado si consideramos ciertos elementos musicales pero sobre todo en cuanto a su letra: por ejemplo, el haber llamado la atención de la gente en su momento y ser apuntados con el dedo por su apariencia física (caras pintadas, estrafalarios peinados, entre otras cosas) y la aceptación de esta “atípica” impronta es lo que se refleja en líneas como “I’ve got streaks in my hair / People point at me and stare / If they ask me I’ll say, “Yeah!”/ I’m a freak” (“Tengo manchas en el pelo / La gente me apunta con el dedo y me quedan mirando / si me lo preguntan diré ‘¡Sí!’ / soy raro”). Sumado a eso, la canción cierra con un irónico guiño al himno de Estados Unidos. Claro que en lugar de jurar lealtad a la bandera, Stanley le jura lealtad a la independencia: “I pledge allegiance to the state of independence.

Llegamos a “Back to the Stone Age”, primera canción del álbum compuesta por la totalidad de la banda. Esto es: los ya mencionados Simmons y Stanley, además del guitarrista Tommy Thayer y el baterista Eric Singer. Musicalmente no es más que un conciso despliegue de rock n’ roll que cumple el objetivo de reflejar que KISS se puede poner esa capa sonora las veces que quiera y salir triunfante. Inicia con un riff de guitarra breve pero ganchero al cual se le va sumando la batería y luego la voz de Simmons. Todo en no más de tres minutos. Es sólo rock n’ roll pero me gusta, como dirían los Rolling Stones. Y vaya que son evocadas estas leyendas inglesas a lo largo de este álbum, al igual que Led Zeppelin y The Who, por mencionar sólo algunos nombres de las grandes ligas del rock clásico que se vienen a la cabeza sin perder de vista, o de oído en rigor, que lo que estamos oyendo es KISS.

Llegamos así al doblete vocal de Stanley en “Shout Mercy” y “Long Way Down”. Por un lado, tenemos una canción en clave Rolling Stones pero más pesada y que es imposible que te deje quieto por la onda que tiene (“whooo-whoo”); por el otro, el segundo y último sencillo promocional del álbum, compuesta por Stanley y Thayer, que redunda en un correcto despliegue de rock “oreja”, con tintes de Led Zeppelin por aquí, de T-Rex por allá y de Van Halen por acullá. 

Un coro a capella -como en sus inicios- que luego da paso a las guitarras, bajo y batería en donde se destaca el cencerro marcando el tempo es lo que nos muestra “Eat Your Heart Out”. Siguiendo la línea de la anterior en cuanto a la pesadez de las guitarras, sigue “The Devil is Me”, cantada por quién otro sino Gene Simmons: el mismísimo demonio de la banda.

Nos acercamos así a la recta final del álbum con dos canciones que no tuvieron ni a Stanley ni a Simmons en el micrófono. Por un lado, tenemos la rockanrolera “Outta This World”, compuesta en su totalidad por el guitarrista Tommy Thayer que brilla perfectamente en su rol de “Spaceman”; y por otro, “All for the Love of Rock & Roll“, escrita por Stanley pero cantada por el baterista Eric Singer, quien ya había sido singer además de drummer en “All for the Glory” y en la nueva versión de “Black Diamond”, ambas del disco anterior “Sonic Boom” de 2009, canalizando aquí perfectamente su gato interno.

Take Me Down Below” es un dueto vocal a cargo de Stanley y Simmons que sonoramente evoca más a AC/DC que a lo que KISS tiene a lo largo de su catálogo. ¿Es eso un crimen? De modo alguno, y aunque lo fuera, sería un justo precio a pagar: sonar como otra leyenda siendo una leyenda en tus propios términos.

Baja el telón del álbum la canción “Last Chance” y es como si KISS ya hubiese estado consciente de que éste sería su último trabajo de estudio con canciones inéditas, pero por sobre todo de que cada visita que realice a cada país alrededor del mundo ahora 10 años después sería justamente una last chance

Una última oportunidad de decirle adiós y agradecer a la autodenominada banda más caliente del planeta, a esa que vio en Alice Cooper a uno de sus referentes y que, del mismo modo en que éste influyó a los neoyorquinos, sirvió a su vez de fuente de inspiración para bandas y artistas tan disímiles entre sí como Metallica, White Zombie, Alice In Chains, Lenny Kravitz, Pantera y Foo Fighters hasta Lady Gaga.

Monster” es la certificación más clara de que KISS ya cumplió su cometido: no sólo influenciaron a una enorme cantidad de artistas a formar sus propias bandas, llenaron estadios como quisieron y siguen siendo reconocidos en el mundo entero por diferentes generaciones. Como el monstruo que es, al igual que el de Frankenstein, podríamos decir que está vivo (It’s alive!) y más que nunca.

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