Para quienes nos tocó nacer a principios de los 90’s, el rock chileno que nos alcanzó a llegar de esta época desde la televisión, las radios o desde quienes lo vivieron, no escapaba del trabajo realizado por las bandas que sostuvieron su reconocimiento en el tiempo, como Los Tres, La Ley, Lucybell y una que otra banda con algún hit conocido. Las tendencias del mundo anglo y la música argentina de los noventas lograron calar más hondo que lo hecho en la escena nacional, lógica que cambió recién con el cambio de milenio.
Sin embargo, la masificación del internet abrió las fronteras para que cualquier persona pudiese acceder a toda la música que por otros medios le sería imposible llegar. Es en este contexto que la filial chilena de la revista Rolling Stones publica en 2008 la famosa lista de los 50 Mejores Discos de la Música Chilena, que más allá del hecho de rankear diversos clásicos, su real importancia estuvo en la posibilidad de dar mayor vitrina a discos que no lograron salir de las escenas under o el público de culto.
Ahí, en el puesto 11 de esta lista, entre clásicos de las bandas ya mencionadas y otras instituciones musicales chilenas como Los Jaivas, Víctor Jara y Violeta Parra, había un desconocido trabajo que vio su publicación hace 30 años atrás. “Supersórdido”, debut de la banda Supersordo, adquirió el mismo lugar de culto que tenía entre el reducido grupo de personas que los conoció cuando estaban juntos, pero ahora entre los fanáticos de la música que lograron dar con un tesoro escondido entre el ruido de las guitarras y los gritos de su vocalista Claudio Fernández.
Provenientes de bandas de hardcore y thrash metal, el grupo también conformado por Rodrigo “Katafú” Rozas en guitarra, Miguel Ángel “Comegato” Montenegro en bajo y Jorge Cortés en batería, logró mezclar sus diversas influencias y sumarlas al sonido post hardcore y noise rock que venían trabajando otras bandas como Fugazi o The Jesus Lizard, fuera de los cánones de los trabajos publicados hasta la fecha en Chile, siendo precursores de su propio estilo.
Ya desde el inicio nos dejan claro lo que nos espera en los 45 minutos de duración de este clásico del sonido punk, hardcore y post hardcore chileno, con una estruendosa introducción marcada por un ruidoso riff, una potente base de batería y los aullidos de Claudio, que da paso al primer clásico del disco, “Terrorismo Terrestre”, que con una letra totalmente contingente a las temáticas ecológicas de nuestro tiempo, nos entregan un registro marcado por la visceral interpretación de la banda.
Las temáticas que abordan el álbum cruzan desde lo existencialista con crítica social (“Come, trabaja, duerme”) hasta lo más marcado por la política de la época (“Ismo”), con pasajes que incluso tocan otros sonidos más sostenidos por el ruido como el shoegaze (“Inocencia”). Por otra parte, “Mi padre” es uno de los temas que más resaltan de este trabajo, favorito de varios seguidores de la banda y que no se diferencia en calidad al sonido de muchos de los referentes de la época en la escena under americana.
Con los casi siete minutos de “6 tan”, una canción con un sonido ácido cercano al stoner rock y los delirantes gritos del vocalista, cierra uno de los discos de culto que mayor innovación trajo a la naciente escena underground chilena de principios de los 90’s.
En 1995 lanzarían su segundo y último disco, “Tzzzzzzzzt”, finalizando así la historia de un grupo que no se volvería a repetir dentro del rock chileno, quedando sólo vestigios de lo que fue su existencia en sus discos y en el documental “Supersordo. Historia y geografía de un ruido” estrenado en 2009, además de las bandas fundadas por sus ex integrantes, como Miguel Ángel “Comegato” Montenegro en la emblemática banda stoner Yajaira o Rodrigo “Katafú” Rozas como parte de los radicados en España Familea Miranda, a quienes veremos próximamente en Primavera Sound.