Si bien la relación de Babasónicos con Chile es tremendamente estrecha (año a año se están presentando en nuestro país no sólo en Santiago sino que también en otras ciudades como Iquique, Coquimbo y Concepción; sólo el COVID-19 impidió esas constantes visitas), su regreso a nuestras tierras era altamente esperado por el público chileno.
Para justificar esta ansiedad se podrían establecer dos sencillas pero claras motivaciones: los trasandinos venían con un alabado nuevo álbum bajo el brazo, “Trinchera”, lanzado en abril de este año y, por otro lado, la gente, luego de estar (sobre)viviendo a una pandemia por prácticamente dos años, estuvo todo este tiempo acumulando unas enormes ganas de vacilar a toda costa, incubando un deseo por gozar el doble de lo que solían hacerlo antes.
Foto: Lotus / http://www.instagram.com/el.eme
Es así como, luego de la correcta performance del acto de apertura, esta vez a cargo del artista nacional Bocho, Babasónicos se planta en el escenario del Teatro Caupolicán puntual a las 9:00 de la noche de este sábado.
Puntual como huevón caliente, diría tu tío boomer.
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Muy en su onda de descolocar y de desconcertar, la banda decide iniciar su presentación con una canción nueva y que más encima lleva por nombre “Bye Bye“. El tema es coreado de todas formas por la multitud como si fuese el más clásico de su repertorio (“Hazme el amor hasta el amanecer y después bye bye” se escuchó en cada rincón del recinto de calle San Diego).
La noche había estado fría pero sólo hasta ese entonces porque pegada a este primer tema vino, sin dar respiro, el clásico “Los Calientes” (quizás tenía razón tu tío boomer), de su disco “Jessico” de 2001, el cual se encargó de mantener arriba la temperatura gracias a, entre otras cosas, su desvergonzado estribillo (“cómanse a besos esta noche, total nadie lo va a notar) que fue vitoreado por el teatro completo.
Iban apenas dos canciones pero el público asistente ya estaba en llamas.
Turno de otro clásico del repertorio de la banda: “Putita” de su disco “Infame” de 2003, que si bien musicalmente es más reposada, mantuvo vivo el fuego que a esa hora permitía soportar la gélida noche santiaguina. Luego de eso vino la elegancia de “Flora y Fauno”, de su disco “A propósito” de 2011 y la seductora “Ingrediente”, de su disco “Discutible”, de 2018, el cual en su momento rompió un silencio discográfico de cinco años.
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Posteriormente, vino una dupla de su más reciente “Trinchera”: “Mimos son mimos”, una exquisitez sonora que no es sino otra credencial más que demuestra que Babasónicos suena a Babasónicos sin caer en la tentación de plagiarse a sí mismos y que no tiene el más mínimo temor a renovarse. Un temazo. Y temazos son temazos, hay que decirlo.
Pegadito vino “Paradoja”, otra demostración de la capacidad que tiene la banda para generar una delicatessen musical que no es necesario que dure más de tres minutos ni que tenga un estribillo coreable como para trascender en tu cabeza. Hay guiños a la muerte y a la incertidumbre propia que vivimos en 2020, el año en que se gestó el álbum “Trinchera” y en el que estábamos vivos pero no vivíamos (o no al menos en los términos en que solíamos hacerlo) y que, a la larga logramos vencer para, entre otras cosas, gozar de la música en vivo. No se diga más.
Durante su presentación, la banda logró dar, con mayor profundidad en algunos casos, un paseo por toda (o al menos por gran parte de) su discografía. Por ejemplo, de su disco “Romantisísmico” de 2013, ejecutaron la decidida “La lanza”. Posterior a eso, vuelven al presente con “Mentiras Nórdicas” de su más reciente trabajo, punto en el cual los argentinos se ven forzados a detener el show por problemas técnicos.
“Yo los entiendo, cuando uno empieza no quiere parar nunca”, decía un empático vocalista Angel Dárgelos ante los lamentos del público por la situación.
Luego de unos quince minutos, la banda vuelve a escena para interpretar su clásico vacilable “Deléctrico”, cuya interpretación evidenció nuevamente desperfectos, en particular en el micrófono del cantante, razón por la cual se anuncia que se realizará una pausa de diez minutos para corregir estos inconvenientes. Se solicita y se agradece la paciencia al público asistente.
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Transcurre el tiempo prometido y los trasandinos vuelven al escenario: suenan “Tormento”, “Su Ciervo”, y “La Pregunta” para luego dar pie a la parte más rocanrolera del show, la cual inicia con “Pendejo” y “Cretino”. De ahí en adelante la velada se pone vertiginosa con el desenfadado sonido que Babasónicos sabe llevar a la perfección: “Así se habla”, si te la sabes, la coreas y si no, por lo menos, te hará mover la cabeza o, por lo bajo, la patita.
Una magnífica muestra de cómo Babasónicos domina el lenguaje del rock n’ roll: en donde se lucen las guitarras sucias, la avalancha en la que deviene la batería con sus redobles y su cencerro incesante mientras la exigente demanda del cantante por una explicación no cesa hasta el final. Quedaste descolocado, en llamas. Todo eso en no más de dos minutos: excelente servicio.
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Luego de “Desfachatados”, única canción de su disco “Miami” que interpretaron, llega uno de los momentos más esperados de la noche: “Irresponsables”, inoxidable clásico que forma parte de su disco “Infame” de 2003 y que cae parado en radio emisoras tan disímiles entre sí como Radio Sonar, Radio Cooperativa, FM Dos y Rock and Pop y sigue siendo parte hasta el día de hoy de sus respectivas parrillas programáticas. Hablemos de trascendencia y de transversalidad. Como era de esperarse, en ese instante el teatro entero se volvió una sola voz entonando la insigne frase “Poco a poco fuimos volviéndonos locos”.
De ahí en adelante se intercalaron canciones de sus discos “Infame” (“Sin Mi Diablo”, “Risa”), de “A propósito” (“Chisme de Zorro”) y de “Mucho” (“Como eran las cosas”) para luego mostrar otra joyita de su más reciente “Trinchera”: “Anubis”, bautizada con el nombre del guardián egipcio encargado de resguardar las tumbas, se pasea -en no más de tres minutos- por una sonoridad hipnótica caracterizada por voces distorsionadas que se entrelazan con la voz pura de Adrián Dárgelos quien hace nuevamente guiños a la muerte, la que tuvimos frente a nuestras narices en los tiempos en que este disco fue gestado y que bien logró sortear para volver totalmente renovados. Babasónicos 2022 en todo su esplendor.
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Viene otro de los más momentos más altos del show: la dupleta de canciones extraída de su aclamado disco “Anoche”: “Carismático” y “Yegua” que terminaron por convertir el teatro en un colosal karaoke que casi se viene abajo con el vitoreado estribillo “algunas noches, soy fácil, uoh-uoh”, el cual fue coreado a voz en cuello por la multitud asistente.
Antes del encore, suena “La Izquierda de la Noche”, primer sencillo que conocimos de su último trabajo, en el cual si bien es posible oír la guitarra, el bajo y la batería propia de una banda de rock, Babasónicos logra -una vez más– terminar de desarrollar una sonoridad diferente a la que le conocíamos, al menos, en sus primeros trabajos. Líricamente hablando, la canción es una abierta declaración de amor a la noche, ese momento final del día que para el planeta entero significaba un instante de reflexión sobre los tiempos que estábamos viviendo en 2020. La tranquilidad que transmite el tema refleja la paz que nos entregaba el saber que habíamos logrado sobrevivir otro día más. Una joya melódica.
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La banda vuelve a escena para el bis, el cual estuvo compuesto de “Humo”, de su disco “Romantisísmico” y de “El colmo”, emotiva canción de su disco “Anoche”, de 2003 que fue coreada hasta la última palabra y gozada hasta el último acorde.
La performance culmina con una nueva interpretación de “Bye bye”, tema con el que iniciaron el show, como dando a entender que pueden hacer lo que se les canta la gana y además certificar que pueden cerrar con una canción nueva y no con un clásico ya probado ante las masas. Su capacidad artística y su desparpajo se mantienen vivos después de todos estos años.
Y quizás no tocaron “Microdancing” pero el show fue gozado y bailado de principio a fin, desde cancha hasta las plateas, por adolescentes y cuarentones. Fue un “macrodancing”.
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