A tablero vuelto fue el debut en Chile de los suecos Draconian, quienes deleitaron a sus fieles devotos en un repleto Club Chocolate la noche de este martes.

La jornada comenzó minutos antes de las 8 de la noche con la sólida presentación de las leyendas del doom nacional Poema Arcanus, quienes poseen -además de una dilatadísima trayectoria de más de tres décadas- un largo currículum abriéndole a icónicas bandas (Moonspell, Paradise Lost, Opeth, entre otras).

Créditos: Francisco Aguilar A

En esta oportunidad, el cuarteto calentó el ambiente con un set de aproximadamente treinta minutos, en los cuales se despacharon canciones principalmente de su mítico segundo disco de estudio “Iconoclast”. “The Crawling Mirrors” fue la primera línea de este poema arcano que luego prosiguió con “The Lighthouse Keeper”, perteneciente a “Stardust Solitude”, lanzado en 2020. Las siguientes estrofas fueron los temas “Elixir”, “Impressions”, y finalmente “Desintegración”, que dio el cierre a esta bestial declamación de poesía oscura, misteriosa y secreta. El aplauso cerrado del público y el agradecimiento de la banda, tanto por la enfervorizada recepción de los asistentes como por haber sido convidados al show de Draconian, fueron el broche de oro negro de esta primera parte de la velada.

Puntualmente a las 9 de la noche, mientras suena por los parlantes “Ocean House Mirror” del compositor Max Richter, parte de la banda sonora de la película “Henry May Long”, comienzan a desfilar hacia el escenario Lisa Johansson, Johan EricsonJerry Torstensson, Daniel Arvidsson, Niklas Nord y Anders Jacobsson, provisto de una reluciente copa de vino, para dar comienzo al altamente esperado debut en tierras nacionales.

Créditos: Francisco Aguilar A

Son los arrastrados sonidos iniciales de “The Sacrificial Flame” y la angelical voz de Lisa Johannson -quien se reincorporó a la banda luego de más de diez años fuera- los elementos que encendieron los fuegos de la jornada. Y, como queriendo afirmar que están más vigentes que nunca, las canciones que le siguieron fueron del mismo álbum, su más reciente trabajo “Under a Godless Veil”: “Lustrous Heart”, “The Sethian” y “Sleepwalkers”. El Club Chocolate estaba en llamas que eran avivadas por las ansias de un show que habían estado esperando por décadas. 

Con “Stellar Tombs”, dieron un paso hacia atrás en su discografía (“Sovran”, 2015), para luego terminar de mostrar parte de lo que es su último disco con la delicada “Sorrow of Sophia”. Desde este punto en adelante, el show se volvió un bello y -al mismo tiempo- bestial recorrido por toda su discografía: “Elysian Night” (“A Rose for the Apocalypse”), “Seasons Apart” (“Turning Season Within”), el épico y silente llanto de doce minutos llamado “The Cry of Silence” (“Where Lovers Mourn”) y “A Scenery of Loss” (“Arcane Rain Fell”) fueron parte de la melancólica y oscura postal que se comenzaba a dibujar dentro de la primera mitad de la presentación.

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La banda, incrédula pero al mismo tiempo agradecida ante tan efusivas muestras de afecto y energía, continuó su presentación con dos canciones del disco “Sovran” (“Dishearten” y “Pale Tortured Blue”), con un tema entremedio que no incluyeron en su setlist anterior en Brasil: “The Morningstar”, que fue quizás un espontáneo regalo por la recepción que el público nacional estaba dándoles. No sería, eso sí, el único presente o sorpresa que la banda tendría hacia los asistentes al Club Chocolate.

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Era hora de ratificar las credenciales del género que la banda se ha ganado con el tiempo con otra canción de su disco debut “Where Lovers Mourn”: “The Amaranth”, la que emocionó a sus fans de más larga data, esos que se dejaron cautivar por la banda desde sus inicios. 

Acercándose a la dos horas de show, la banda comienza a decir adiós con dos canciones de “Arcane Rain Fell”, sucesor de su primer álbum: primero, “Daylight Misery”, y luego “Death, Come Near Me”, que fue gozada en su máximo esplendor en cada uno de los quince minutos que dura esta épica pieza musical del doom.

Créditos: Francisco Aguilar A

Agradecidos por el recibimiento, el cariño y la energía desplegada, los suecos se despidieron del escenario del Club Chocolate, lo que dio paso a que el público asistente -ya melancólico porque lo hermoso que habían vivido acababa de llegar a su fin- comenzaran a abandonar el recinto. Sin embargo y para sorpresa de quienes ya se encontraban enfilando hacia la calle, el cantante Anders Jacobsson se acerca al micrófono para preguntar si desean oír otra canción más, a lo que quienes aún se encontraban en el lugar (que no eran en absoluto pocas personas) respondieron sin titubear de manera afirmativa. Es así como comenzó a sonar la acústica “Akherousia”, y luego rematan con “Bloodflower”.

Créditos: Francisco Aguilar A

El público no cabía en sí de éxtasis por haber presenciado un show que ya les había cautivado y hasta antes de ayer martes era sólo una fantasía. Sin embargo, ahora “La bella y la Bestia” del doom se habían convertido en una realidad.

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