Fotos por Andie Borie / DG Medios

Sin ir más allá de lo planificado, el cuarto concierto de Sir Paul McCartney por Latinoamérica se estampó en Chile. Una carta con sello británico que, acorde a lo prometido, dedicó sus letras, música, pasión y amor a un público que esperó años por alguna respuesta en sobre del ex Beatle, ex Wings y siempre Paul.

 

Con más de dos horas y media de canciones que trascienden las generaciones, algunas con más de 60 años en permanencia, no dejó insatisfecho a las más de 40.000 espectadores que, con ansias, repletaron el Estadio Monumental en una noche que nos dio a comprender que, desde esa noche en Chile y en nombre de la música, no habrá ni existirán más noches solitarias.

Luego de la presentación de “Denver” como los encargados de calentar al público, el reloj marcando las 21:20 daba la entrada al escenario una leyenda viva. Paul McCartney junto a su banda, compuesta por Rusty Anderson en guitarras, Brian Ray en guitarras y bajo, Paul Wickens en teclados, acordeón y armónica, y Abe Laboriel Jr. en batería y percusión.

Con una serie de imágenes que recorrían la buena obra de Paul, los recuerdos de los más longevos afloraron y las nuevas generaciones miraban con respeto a una historia que, a través de la música, se volvió una de las más enigmáticas del mundo.

La primera en Chile: “Can’t Buy My Love”, será una de las recordadas post concierto. Los nervios tenían que salir de algún modo y esta canción desató la tensión de los asistentes al querer escuchar al ex Beatles su manera de vivir la música. Wings se hizo presente de inmediato: “Junior’s Farm” de la mano con “Letting Go”, era la forma de recordar que la carrera de Paul estaba escrita, mencionando sus primeras palabras en español: “Que buena onda volvernos a ver”. El rock and roll no se fue con su trabajo con Wings o en su formato solitario, solo era el medio para responder a su necesidad de soltar su música, sacar sus emociones, las frecuencias necesitaban desplazarse para comunicar el sentido de su vida: la música.

Drive My Car” dio a entender el vaivén de su obra. Cada dos por tres, su trabajo con The Beatles y Wings se intercalaban, pero la voz era la misma. Algunos bronces/vientos soplaban con Wings, las cuerdas eran sueltas y sencillas cuando se trataba de The Beatles. Incluso con las visuales inspiradas en cada canción, que cambiaban drásticamente según el repertorio: con Wings eran más prudentes y sólidas, con The Beatles los potentes sets de láser avasallaron con el escenario en donde las inmensas pantallas verticales demostraban el poder con la que iban con cada canción.

Got to Get You Into My Life”, “I’ve Just Seen a Face” y “Getting Better” fueron el rocanrol seleccionado para recordar aún más del repertorio de los Fab Four.  Por parte del proyecto posterior de Macca, “Let Em In”, “Let Me Roll it” y “Nineteen Hundred and Eighty-Five” mostraron la versatilidad fundamental del británico para jugar con sus personalidades. Su faceta solista no estuvo ajena: “My Valentine”, junto con una dedicatoria a su esposa Nancy Shevell: “Que está aquí con nosotros esta noche”, mencionaba el enamorado británico. Los besos se hicieron presentes para los que vinieron acompañados, y en alguna que otra ocasión, para recordar a los que ya no están.

La melodía apacible con su silbido inolvidable, “Blackbird” se aferraba al público más longevo, para luego tocar “Here Today” homenajeando a su amigo John Lennon. Fue el gustito de los 60’s y 80’s necesario para dar paso al presente: “Now And Then”. No exenta de polémicas por el uso de la inteligencia artificial, el público demostraba lo contrario: la emotividad, ver a todos los miembros juntos de la manera en la que se puede, y los recuerdos que llevan a ver a la banda reunida de esa manera, o tener presente que es la última canción de ellos como The Beatles. Las críticas por el uso de la tecnología no aflora, solo los recuerdos de los que alcanzaron a vivenciar nace y permanece junto a los que están dispuesto a escuchar una joya que en mejor época no pudo haber salido, siendo esta ocasión, la cuarta vez que la toca en vivo. Con globos de color blanco volando a través de cancha mientras pasaba la canción, agradece: “Thanks for the ballons, they are beautiful”.

Lady Madonna” con su cariñoso blues, “Jet” con la sencillez de su armonía, pero con el lado más rockero de Paul, con chilenismos incluidos: “Este carrete está cuático”. “Get Back”, siendo el único sencillo que permaneció semanas en el puesto n°1 en el Reino Unido y Estados Unidos en los 60´, reproduciéndose en vivo frente a los ojos de un estadio lleno, es algo que ni en mejores sueños muchos debieron haber pensado que vivirían. 

No se estaba escuchando estos famosos sencillos en un discman ni en mi personal stereo. Un ex Beatles, un ex Wings, un Siempre Paul, junto a su banda, daban un consejo de juventud: cuando dejamos de asombrarnos, empezamos a envejecer, y en ese escenario se veía la juventud en vida y un asombro que no podía permanecer en el cuerpo más que saliendo en forma de grito y lágrimas. 

Live and Let Die” llegó a asustar con la potencia con la que dirige los fuegos artificiales que envuelven constantemente la canción. Rápida, pausada y potente, arrastra el rock sinfónico que, por casi largos cinco minutos, tiene que haber algo que pare este magnífico show. Para tranquilizar, “Hey Jude” da el cambio para que llegue la calma, lleguen las lágrimas, y las luces que hace unos momentos salían en forma de pirotecnia, subieran a lo alto a través de los celulares en un monumental que pensó que no podía aguantar más energía. Sir Macca dio luz verde para la serenidad y mitigar cualquier cosa negativa que tuviera uno en su yo más profundo. “Hey Jude” fue, es y siempre será ese abrazo.

Con una salida que más que nada fue por protocolo, Paul volvió de inmediato al escenario flameando la bandera chilena, la bandera de Inglaterra y la bandera LGBTQ+, con aplausos de admiración por aquel gesto significativo.

Las últimas canciones se sentían con mucha melancolía, no por Paul, que a sus 82 años deja al público pidiendo una pausa, sino por el término. Varias personas llorando, incluso con canciones como “Birthday” que deberían mover hasta las últimas al público. El baile teñido de pena de tener que despedirse era inevitable. “I’ve Got a Feeling” llegó con una dedicatoria para el inigualable John Lennon que se coló en el puente de la canción.

Terminando con “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End” de manera colindante, Sir Paul se despidió con un “Hasta la próxima”, llenando de emoción incluso para los que recién, en ese mismo instante habían visto a un ex Beatles. Esa emotividad de poder verlo de nuevo, estando enfrente, es cosa que pocos artistas saben hacer. No es difícil saber con exactitud que, si se escucha nuevamente el setlist realizado en Chile, se podrían vivir tan perfectamente en esos “solos”, en esos bailes, en los estribillos, que podría subsistir en ese universo que quedó en el recuerdo de todo el recinto para siempre.

Por Steven Ojeda Asencio

Ingeniero. Amante de la música y el formato fisico de ella.

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