Fotografías por Gary Go para Fauna Prod.

Con el acontecer de los últimos años, pocas deudas tenía el britpop noventero con Chile tan marcadas como la del trío liderado por Gaz Coombes. La espera fue larga, pero como si de intereses se tratara, el debut de Supergrass en nuestro país terminó siendo mucho más que un simple concierto: fue una celebración intergeneracional que transformó una fría noche de agosto en una explosión de energía y recuerdos.

Blondie, que lentamente se llenaba con nostálgicos y curiosos de distintas edades, fue el escenario perfecto para un reencuentro que había tardado casi tres décadas. Afuera el clima amenazaba con lluvia; adentro, la calidez de un público expectante comenzaba a armar su propio microclima. La jornada se abrió con Leo Saavedra, penquista de larga trayectoria (de Primavera de Praga a Miles de Aves), quien desplegó un set en el que convivieron canciones de su proyecto solista y viejos clásicos. “Su Majestad”, de su segundo álbum solista, y el clásico de Primavera de Praga, “Advertencia”, fue uno de los puntos altos de una presentación sobria pero efectiva, que acompañó la llegada de la audiencia mientras la pista se terminaba de llenar.

A las 21:03, y con la puntualidad que caracteriza a las grandes citas, Supergrass apareció en escena. La apertura con “I’d Like to Know” fue un viaje directo al pasado: guitarras afiladas, energía juvenil intacta y una Blondie que explotó en ovación. Gaz Coombes, sonriente y agradecido, saludó al público por haber esperado tanto su primera vez en Chile, mientras la banda se lanzaba de lleno a repasar I Should Coco, aquel debut de 1995 que marcó a toda una generación. Así corrieron también “Caught by the Fuzz” y “Mansize Rooster”, como si el álbum de los ingleses fuese un lanzamiento fresco que hayamos recibido este mismo verano, con una multitud que vibró con cada nota y golpe que salía desde el escenario.

Canción tras canción, el trío se mostró sólido y cómplice. En “Mary” agradecieron especialmente al tecladista que los acompañó en esta gira, mientras que en “She’s So Loose” dedicaron palabras a las mujeres presentes. Un momento sorpresivo llegó cuando el baterista Danny Goffey tomó el bajo en “We’re Not Supposed To”, desatando gritos y aplausos del público que coreaba incluso su nombre, aunque sería solo la primera de tres veces en que veríamos esta configuración de la banda en la noche. La conexión entre escenario y pista alcanzó un punto alto con “Alright”: no solo fue cantada a todo pulmón, sino que, al terminar, el coro espontáneo se extendió incluso al solo de guitarra, convertido en himno compartido.

Con “Sofa (of My Lethargy)” y “Time to Go”, la banda cerró el repaso íntegro de I Should Coco, pero la noche aún tenía mucho más por ofrecer. Sin pausa, Supergrass entregó un recorrido por otros hitos de su discografía, desde la melancólica “St. Petersburg” (no incluida en los otros shows de la gira) hasta la energía desbordante de “Richard III” y la siempre coreada (muy coreada) “Moving”. El cierre con “Grace” parecía definitivo, pero los gritos del público trajeron de vuelta a la banda para un encore explosivo: “Sun Hits the Sky” y “Pumping on Your Stereo” terminaron de desatar la catarsis colectiva.

Más de hora y media de concierto bastaron para confirmar que la espera había valido la pena. Supergrass no solo cumplió con tocar casi completo su disco más icónico, sino que lo complementó con una selección de éxitos que hicieron justicia a su trayectoria. En su debut chileno, el trío demostró que aquel espíritu juvenil de los noventa sigue intacto, y que en Blondie encontró un público dispuesto a corearlo hasta el último acorde.

Produce Ni Vivo Ni Muerto.

Por Jorge Bolton Lagos

Bioquímico, músico y fanático de la música.

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