Caía la primera noche con el nuevo huso horario en Chile, y esto no podía ser sino sinónimo de una oscuridad que se dejaba sentir más temprano. Contexto pertinente para que se diera el regreso de Moonspell, icónica banda portuguesa que hacía de su presentación en Club Chocolate su sexta visita a nuestro país.
La jornada comenzó con el show del músico nacional JP Krom, que deleitó a los asistentes con su autodenominado “astrometal”, con un set que incluyó canciones de su EP de 2021 “YOD” como “Poison Girl” y “Tower of Destruction” y de su álbum “The Inner Gods” de 2017 como “Abstract Illusion of an Existence” y “Omnipotent Egotist”, que cerró el show recibiendo el aplauso cerrado de los asistentes al recinto de Recoleta que estaba al máximo y más de su capacidad.
El artista dejó extendida una invitación al lanzamiento de su nuevo EP que -estima- sea en el mes de agosto y que, por lo tanto, “será de Leo”, haciendo alusión al signo zodiacal, graficando así su interés por la astrología, que se vio refrendado en otras alusiones al zodiaco a lo largo del show, en el que fue acompañado de Diego Caniulao -mejor conocido como Kagno Guitarrista (Nico Borie, Chrowler) en guitarra; Guillermo Pereira, en batería; Reynaldo Catalán, en bajo; Braulio Morales, en teclados.
Cuando el reloj indicaba que eran las 8 de la noche, el escenario junto a su total penumbra indicaban, por su parte, que era el turno del plato de fondo de la velada. Moonspell principió su retorno a tierras nacionales haciendo sonar por los altoparlantes “Mr. Crowley”, pero no su versión que cierra el álbum “Darkness and Hope” de 2001 sino que la original de Ozzy Osbourne, en una suerte de continuación de la atmósfera de astrología y de tarot que JP Krom había creado minutos antes.
Habiendo pasado este rito inicial, es “The Greater Good” la que abre los fuegos del show y también la que abre su más reciente trabajo “Heritage” de 2021, primer álbum sin Miguel “Mike” Gaspar en la batería. Retrocediendo un par de álbumes pero sin perder una gota de energía suena “Extinct”, del disco del mismo nombre, que con su arrollador ritmo terminó de hechizar al público asistente que coreaba a todo pulmón “Before the lights go out, before our time is gone”.
El show continuó con otra de sus primeras obras, en este caso “Opium” del disco de 1996 “Irreligious”, el cual contiene gran parte de las más reconocidas canciones del repertorio de los lusitanos. Ya en la cuarta canción de la noche se confirma lo que era esperable: que la noche sería eterna y que los fanáticos chilenos de Moonspell habían guardado por cinco años el fervor que estaban exhibiendo cuando sonaba “Night Eternal”. Fernando Ribeiro, histórico vocalista de la banda, saluda al público, señala que interpretarán canciones que esa última vez que estuvieron de visita (2018 en Blondie) no hicieron, procede a gritar ¡Viva Chile! y comienzan a interpretar -literalmente- en el fin del mundo la muy ad-hoc “Finisterra”.
El espacio de calle Ernesto Pinto Lagarrigue estaba hecho una verdadera caldera cuando sonaron -entre otras- “From Lowering Skies”, “Scorpion Flower”, “Nocturna” y “Breathe (Until We Are No More)”. Entre medio Ribeiro (el cantante, no el baterista Hugo cuyo mismo apellido es un mero alcance) rememora con gran emoción la primera vez que visitaron nuestro país a fines de la década del noventa y agradece a su público que -25 años después- esté acompañándolos un domingo cuando al día siguiente hay que lidiar con responsabilidades como la escuela y/o el trabajo.
Posteriormente, la banda -que completan Pedro Paixão en teclados y en guitarra rítmica según sea la canción; Ricardo Amorim en guitarra principal y coros; Aires Pereira en bajo- alzan sus brazos y posicionan sus manos a fin de hacer el clásico gesto de los cuernos y así invocar al “Mephisto”.
El embrujo ya había superado la hora de duración cuando el vocalista Fernando Ribeiro antes de que suene la siguiente canción plantea una “preguntita” que tenía: “¿Ustedes creen en los vampiros?”. Y con un sanguinario telón de fondo comienzan a interpretar “Vampiria”, de su disco debut “Wolfheart”, testimonio sonoro de que en un lobo es el corazón -y no su boca, como se suele decir- el lugar que mayor oscuridad guarda. De este mismo trabajo vino pegadito “Alma Mater” -acaso su canción más reconocida- en donde destacan las líneas de bajo de Aires Pereira, además de la obvia sonoridad de una banda de esta estirpe (los teclados que dan pie a una atmósfera lúgubre, la guturalidad de la voz, la fiereza de las guitarras y la potencia de la batería con doble pedal cuando es menester).
El final del día comenzaba a su vez a llegar a su punto cúlmine con canciones como “Wolfshade (A Werewolf Masquerade)” y “Full Moon Madness”, desatando -era que no- la locura de los nóctulos que -sedientos del embrujo de la luna- habían acudido al recinto santiaguino para encantarse con el repertorio de una de las bandas más icónicas del metal en sus más diversas ramificaciones -entiéndase gótico, doom, black y death.
El hechizo duró algo más de una hora y media pero la noche fue, es y será eterna.