Gavin Harrison, baterista de King Crimson, junto al virtuoso bajista de jazz, Antoine Fafard, publicaron el álbum Chemical Reactions en diciembre de 2020 en colaboración con un cuarteto de cuerdas y la Orquesta Filarmónica Janácek de la República Checa, dando un resultado más que excelso que prueba que los mundos del jazz, el rock y la música clásica pueden acercarse mucho más de lo que uno cree.
Chemical Reactions es el nuevo trabajo del prolífico baterista Gavin Harrison, miembro de King Crimson y The Pineapple Thief, ex integrante del grupo liderado por Steven Wilson, Porcupine Tree. Junto a él también está Antoine Fafard, bajista canadiense del mundo del Jazz-Fusion, quien ya ha colaborado con hombres de los bombos y los platillos como Simon Phillips, (Toto, David Gilmour, Mike Oldfield, The Who), Dave Weckl (Simon and Garfunkel, Robert Plant) y Terry Bozzio (Steve Vai, Jeff Beck, Frank Zappa).
Además de los dos músicos principales se sumó la Orquesta Filarmónica Janácek de Ostrava, República Checa, quienes en esta oportunidad fueron dirigidos por Anthony Armore.
Originalmente, a Fafard le fascinaba la idea de trabajar con una orquesta y así combinar elementos de música de cámara y jazz-rock o fusión. No solo al lado de una orquesta solo como un acompañamiento decorativo, sino una verdadera unión, un híbrido musical. En marzo de 2016 se grabaron dos piezas: ‘Holding Back the Clock’ y ‘Chemical Reactions’ con la Orquesta Filarmónica de Janáček que luego finalizó con su bajo y Gavin Harrison. Luego, otros proyectos tuvieron mayor prioridad y, por lo tanto, las grabaciones se guardaron temporalmente.
Este año finalmente continuaron las grabaciones en términos de contenido, sin embargo, mucho más reducidas en número de colaboradores. Para las otras composiciones, todas escritas y producidas por Fafard y Harrison, el dúo rítmico eligió el enfoque de fusionar batería y bajo con un cuarteto de cuerdas formado por Maria Grig que estuvo al violín desde la pista uno a la cinco, acompañada por Jonathan Gerstner en el violonchelo, salvo en “Proto Mundi”. Mientras que Avigail Arad aportó en el chelo y Jerry Goodman con el violín electrónico y acústico en el sexto tema, ‘Singular Quartz’.
El emocionante resultado final es una especie de rock de cámara que se encuentra con jazz-rock, en el que los instrumentos clásicos asumen principalmente el papel principal instrumental, mientras que una red rítmica entre bajo y batería muy viva y finamente tejida proporciona la subestructura.
En ese sentido, a pesar de que la persona que nos interesa, Harrison, es un hombre que se mueve por la veta del rock progresivo, siempre es interesante ver a los músicos y compositores de rock moverse en aguas distintas a las que transitan normalmente. Aunque, los pasos por King Crimson deberían permitirle al baterista desenvolverse sin dificultades por caminos más cercanos al jazz y la música clásica.
Con secciones de cuerdas muy protagonistas y golpeadoras, Harrison y Fafard, a pesar de ser los nombres líderes en el álbum, no abusan de su posición y dejan a la Filarmónica un espacio para darles los matices necesarios a los distintos temas de Chemical Reactions.
Puede que el hecho de que la sección de cuerdas sea la más presente, haga que el disco se oiga poco rockero y pesado para el público poco acostumbrado a este tipo de álbumes, pero los destellos cambiantes y extremadamente retorcidos de los tambores dan una frescura y vivacidad que junto a solos bien dosificados del bajo le dan un color más exquisito y deslumbrante al trabajo de Harrison y Fafard.
El álbum abre con “Transmutation Circle” el que presenta a Fafard haciendo líneas bajo muy de jazz, aprovechando los espacios para mostrar todo su talento, pero cuando la canción lo necesita le da la base sólida que necesitan las cuerdas para mostrarse y ser ellos los que le den el carácter necesario a la apertura de esta placa.
La apertura de la segunda pista de este nuevo álbum, ‘Atonic Water’ da muestra de la técnica y la habilidad de Harrison en la batería con líneas de percusión lacónicas, rozando la pereza, a media velocidad, a la que se unen cuerdas rápidas y zumbantes, como dos entes independientes que se desarrollan sin entorpecer al otro pero que a la vez se complementan.
El tercer tema, “Vision of a Lost Orbit”, presenta a un Harrison menos protagonista por momentos, dando todo el protagonismo a Fafard que se muestra punzante y sólido en un bajo jazzero. Las cuerdas de Maria Grig y Jonathan Gerstner le dan el recorrido a la composición, mientras que batería y bajo, llenan los vacíos o complementan la estructura.
En “Pair of a Perfect Four”, la cuarta pista, las cuerdas adquieren más protagonismo, la percusión y el bajo siguen en escena pero siendo ahora ellos los que muestren el camino que recorren el violín, la viola y el chelo.
“Proto Mundi” es la quinta composición y la más larga del álbum (10:43), la cual es una maraña de complejidad rítmica, mezcla de cuerdas y tensiones rítmicas sincopadas, ejecutadas de manera experta por Harrison. A su vez, Antoine muestra lo buen bajista que es.
“Singular Quartz” es la alianza perfecta entre Harrison, Fafard y el violinista Jerry Goodman con algunas aportaciones del chelista, Avigail Arad. Por momentos, el virtuosismo de Goodman, recuerda a Eddie Jobson, quien tocó para Frank Zappa, Yes, Roxy Music, Jethro Tull, entre otros, siendo el hombre del violín que se lleva todos los aplausos en un tema que se sostiene gracias a él.
En las dos últimas pistas del álbum ‘Holding Back the Clock’ y ‘Chemical Reactions’ el paisaje de repente se abre y se hace mucho más amplio terminando el álbum que comenzó con la intensidad íntima del cuarteto de cuerdas y se fue abriendo gradualmente a medida que se agregaban más instrumentos, hasta llegar a la colaboración entre ambos músicos y la ya mencionada Orquesta Filarmónica de Janáček.
El lanzamiento del disco trajo consigo un cortometraje documental que se puede ver en YouTube, en el cual Harrison y Fafard explican que la orquesta les daba las sutilezas que un humano podía aportar y una máquina no, por eso decidieron no usar samples o sonidos generados por sintetizadores para hacer las secciones de la orquesta ya que querían que ésta fuera orgánica, aún así antes de las grabaciones, usaron muestras generadas por PC para saber cómo sonaría la aportación de la orquesta.
En ese sentido, las últimas dos pistas de Chemical Reactions son el clímax del disco. Se puede sentir en la música el placer de ambos intérpretes al estar tocando con la orquesta, transmiten esa alegría. Esa inspiración se siente en la batería o en el solo de Fafard en el tema que da nombre al álbum.
Este trabajo es una convincente e innovadora interacción entre instrumentos acústicos y eléctricos. Además de eso también puntúa en términos de contenido como una mezcla desafiante pero emocionante.
Para algunos las palabras “fusión” o “crossover” solían ser una advertencia para que cualquier amante de la música sensato corra hacia las colinas. Muy rápido. Los géneros musicales como el clásico, el rock, el pop y el jazz han funcionado independientemente el uno del otro con mucho éxito durante décadas, pero intentar unir su ADN a veces ha resultado en mutaciones inquietantes.
Pero para mí es un placer informar que fusionar la batería musculosa pero sutil e inteligente de Gavin Harrison y el bajo de jazz de Antoine Fafard, con un cuarteto de cuerda e incluso una orquesta, realmente funciona y da pie a otras futuras colaboraciones entre ambos que ojalá se expresen en más trabajos como este.
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