Esta semana la euforia ha tenido un solo nombre, Kiss. La banda estadounidense se posó en Chile para despedirse de los escenarios y claramente los fanáticos no han querido dejar pasar la ocasión para rendir homenaje al grupo que puso de moda ser estrellas de rock.
La jornada del miércoles estaba cargada de ansiedad. El martes Kiss descargó el primero de sus dos shows en nuestro país y en Rock Legacy nos sentimos orgullosos de ser parte de la noche que despedirá definitivamente a Demon, Starchild, Catman y a Spaceman. Sabemos algo de lo que pasó la primera noche, pero decidimos dejarnos llevar por la adrenalina y disfrutar la jornada.
En las afueras del Movistar Arena, la gente vive el carnaval del Psycho Circus, los puestos con detalles de la banda están repletos de curiosidades, chapitas, cintillos, tazones, imanes. En los alrededores, la venta de poleras no oficiales, la gente hace fila para atesorar algo de la memorable noche que nos invita a todos.
Las filas de personas son largas, muchos caracterizándose, para entrar al recinto como uno más de la Kiss Army. Otros ya caracterizados. Definitivamente el negro es el color de la ropa de la mayoría y no queda duda qué, al apagarse las luces, los corazones se detendrán por última vez y como una inyección directa a la vena, la adrenalina subirá hasta los cerebros que explotarán con el abrumador sonido eléctrico de la banda de Nueva York.
La espera se hace grata, la banda Nacional Catoni, sale a demostrar que la responsabilidad no les quedó chica. El trío nacional se sube a escena como una aplanadora, con un tremendo sonido y gran cercanía al público, a mojar la camiseta en representación de nuestra escena local. Con una excelente voz y gran despliegue con la guitarra, y una sólida base rítmica, el power trío subió el volumen a la noche. Cada vez queda menos. Los nervios nos comen a todos.
Suena un poco de música incidental, la gente hace colas en los baños, la ansiedad recorre cada una de las caras felices de los asistentes, que en grupo y en solitario, saben que hoy uno de los monstruos del rock, quizás de los más grande que ha pisado nuestro territorio, descansará en paz, para vivir en las memorias de los asistentes y en miles de historias, mitos y leyendas, que existen desde la primera vez que aplastaron nuestro país, el 1 de septiembre de 1994.
Cae un telón que despliega la palabra de cuatro letras que termina con la doble ese. Suena Rock and Roll de Led Zeppelin y no sabemos por qué, pero es el grito de guerra que anuncia que esto está por comenzar. Una voz pregunta sí realmente queremos a los mejores, a la banda más pesada del mundo. Las gargantas se ahogan por instantes que parecen eternos. Sí, realmente esperamos disfrutar del show más brutal del rock and roll estadounidense, ya están ahí. Kiss.
Bajando de los aires, en unas plataformas similares a las de un enemigo de Spiderman, los cuatro jinetes del apocalipsis entonan Detroit Rock City, y sí, la gente se volvió loca. Las réplicas chilenas del cuarteto entonan el himno de la banda y nos decimos, esto comenzó.
Shout it out loud, y la banda despliega todo su artefacto de luces y explosiones. El calor en los rostros que deja cada descarga de pirotecnia, hizo que un papá le dijera a uno de sus hijos que no se asustara, que seguramente tiraban algo con aire caliente también, que no era peligroso. El chico con cara de Starchild lo abrazó y siguieron gritando.
La primera pausa y Paul nos habló en español, la verdad lo intentó. Le salió mal y eso fue aún mejor, fue cercano. Venía directamente del infierno a entregarnos el amor más infame y toda la arena estábamos dispuestos a amarles en su español masticado o inglés. Y a modo del espectáculo más macabro presentó a su primer caballito de batalla, ese que les ha servido para derribar paredes desde la prehistoria del hard rock, Deuce. Las imágenes históricas acompañan a la banda desde la pantalla gigante y se puede ver el doble esfuerzo que debe ser transformarse por 50 años en esta institución del rock. Las ganas son las mismas, un poco más lento eso es todo.
War Machine y Heaven`s On Fire. Es apabullante el cuarteto, solo pensar en tantas bandas con las que deben haber compartido escenarios, el pánico de subir post Kiss. La audiencia no puede más, manos al aire y coros interminables, convierten al Movistar en el pecho de una bestia furiosa que no para de bramar al ritmo de Eric, que esta noche estuvo notablemente perfecto.
Los clásicos transportan a la audiencia a los 80s, las nuevas generaciones alucinan sin comprender el significado de estos cánticos, salvo las que fueron criadas por alquimistas que forjaron a sus familias a punta de rock y metal. I Love It Loud de 1982 y el nuevo clásico Say Yeah de 2009 y el clasiquísimo Cold Gin. Las pantallas nos hacen gritan a coro y la armada no dudamos, somos fieles peregrinos.
Los neoyorkinos despliegan su faceta más coqueta Con Lick It Up, donde Gene se roba la escena, jugando con su lengua con un micrófono. Posteriormente nos deja claro el por qué lo hizo, simplemente porque él es Dr Love.
Un niño de unos 5 años caracterizado como el Gato, en hombros de su padre, levanta sus manos formando la clásica señal del rock. Un lenguaje inclusivo, que para el mundo significa que ya es parte de la tribu, mientras el resto del público cabeceamos y gritamos al ritmo de la Tears Are Falling de 1985.
Psycho Circus es el cierre de este espacio dedicado a los clubes de rock, para abrir escena al delirio y la oscuridad que convirtieron a la jornada de anoche en uno de los momentos más épicos de los eventos de la historia del rock en Chile.
100.000 fue la apertura del rito. Eric Singer y su doble bombo, que sin ningún esfuerzo le permitió jugar con la audiencia, mientras se secaba el sudor. Se elevó por los aires y desde ahí transitamos por las cavernas de la locura de Kiss.
Simmons, más viejo, más lento que siempre, quizás más cansado. No por eso menos acertivo y mucho menos terrorífico. Se adueñó del escenario entre humo y truenos. Con la psicodelia oscura de su hacha de cuatro cuerdas y aterrorizó al arena, mientras regurgitaba sangre y se elevaba por los aires. No mentimos, gente agachó la mirada ante “el Dios del Trueno”.
Stanley no se quedaría sentado mirando mientras escuchaba la ovación que recibió su endemoniado compañero. Exigió que cada uno de los asistentes gritara su nombre y al grito de Paul, cruzó por los aires la cancha para aterrizar en medio del recinto y ahí erguirse como la voz representante del cupido moderno. Love Gun fue interpretada hacia los cuatro puntos cardinales de nuestro país.
Ubicado en la misma plataforma, el chico estrella, nos rindió homenaje e incluso nos mostró una camiseta de nuestro fetiche favorito, el fútbol. Con ese bajativo de calzones nos rendimos por completo a sus encantos y nos dedicó a cada uno Made For Lovin`You.
Regresó por los aires y en solitario con su guitarra desplegó la opera rock Black Diamond, pasando por todos los momentos de virtuosismo de la guitarra de Tommy Thayer, que sin duda se robó la noche. Cantó perfecto, bailó, fue cercano y se lució con las seis cuerdas, mientras Eric Singer interpretaba de forma magistral su pasaje de la noche.
Es así como el Gato, nos dio cátedra de dramatismo interpretando la balada Beth, desde un piano, que fue el pétalo de dulzura que faltaba a la noche. Que cerraría en primera instancia la cascada de emociones que estábamos viviendo.
Posterior a la ovación, fotos, reverencias que permitieron que los jinetes del apocalipsis nos regalaran dos canciones más, sonó Do You Love Me, y aunque fuese triste empezamos a intuir el final.
Como gran cierre de la noche y para dejarnos con ganas de seguir al ritmo de Kiss hasta el amanecer, nos regalaron Rock and Roll All Night, un clásico que a diario puedes escuchar en las radios FM que a las horas más acaloradas o de congestión, nos regalan con esta alegre canción un espacio de descanso para este hastío que es nuestra rutina cuando se pagan las guitarras, los bajos y las baterías.
Así se despidieron de nosotros estos monstruosos seres que es poco probable volvamos a ver con este despliegue. Dato al margen, decir que la organización del evento estuvo realmente a la altura de uno de los espectáculos que quedará grabado en todas y cada una de nuestras pesadillas más oscuras, como un tránsito macabro por la mente que descansa de uno de los primeros monstruos del rock. Buenas y oscuras noches, Kiss.
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