Todo fue redondo y la tarde partió con esa potencia propia del blues, el tono propio de aquel que busca esa satisfacción heredada de aquellos ritos que hacen que el rock siga vivo. Porque el blues tuvo un hijo y ese hijo fue el rock and roll, y más aún sigue siendo valorado como aquel reducto que persiste bajo ningún canon y simplemente puede volver a sus raíces para mostrarnos que siempre hay espacio, aquel espacio que siempre se extraña y es ver a los que nos recuerdan, que la raíz está ahí al alcance de la mano para que podamos disfrutar de aquellas bandas que hacen que vivamos cada minuto.
Y fue una noche vestida de gala con bandas de lujo. Partiendo por El Cruce que con más de 20 años de carrera, salió al escenario a mostrarnos porqué son exponentes de un género que lo llevan en el alma, herederos de ese Santiago áspero, esa ciudad esquiva.
“A encender el blues” para partir y prender la noche, y el público va pidiendo más y el Teatro Cariola se va transformando en ese lugar acogedor donde uno puede sentir esas emociones que vienen del alma.
Vendría luego el turno de Aguaturbia, quienes nos hicieron recordar que la psicodelia aún existe y nos enrolaron en ella. Ellos estuvieron ahí para poner el orden caótico. Son una institución en sí mismos y los años no pasan por ellos. Carlos Corales es la mecha y Denisse la llama y es así, explotan y enfervorizan al respetable. Nocturnos, inquietos y muy cercanos con el público, prueba de ellos es que Denisse se emociona hasta las lágrimas y se va expresando desde esas emociones, nos dice “yo puedo ser su mamá” mientras que don Carlos Corales nos enseña cómo se tocan las seis cuerdas. Una presentación redonda e impecable, reafirmando que ellos tienen ese trabajo y cohesión que pocos tienen.
Y llegó el turno del plato fuerte, Blues Pills. El cuarteto multinacional tocaba por primera vez en nuestro país y saldaban la deuda con creces. 18 canciones que dejaron huella entre los asistentes y si es que podemos dar un punto negativo, quizás fue el excesivo volumen que a veces no dejaba escuchar con claridad.
Elin Larsson se las trae, una tremenda potencia vocal y una actitud que hacen que se coma el escenario. La guitarra de Dorian Sorriaux tiene ese misticismo blusero, pero con la dureza del rock y una base rítmica golpeadora a cargo de Zack Anderson y André Kvarnstrom en bajo y batería respectivamente.
Para partir, “Proud Woman”, “Low Road”, “Dreaming My Life Away” una tras otra y sin darnos respiro, y es que entraron potentes de inmediato y el público lo agradeció. Las siguientes serían “Kiss My Past Goodbye”, “High Class Woman”, “California”, entre otras.
A esas alturas de la noche Blues Pills ya eran los dueños de casa. Se agradece siempre esa sintonía y buena onda, sólo paraban para dar algunas alocuciones agradeciendo la presencia del público.
Vendrían “Song from a Mourning Dove”, “Bliss” y “Black Smoke”. El setlist fue bien variado, a pesar de que el motivo de la visita era la promoción de su último trabajo “Holy Moly” y eso se agradece porque pudimos conocer un poco más del trabajo de esta banda que ya lleva 10 años de carrera.
Luego tocarían “Black Smoke”, “Lady in Gold”, “Dust” y así empezaba a cerrarse el círculo. Vendría un pequeño encore para cerrar con dos canciones más “Little Sun” y “Devil Man”.
Cabe destacar que el show del cuarteto en nuestro país se enmarca en una gira que además incluye Brasil y México, es decir es un tour no muy extenso que tuvimos la suerte de poder ver y sentir en nuestro país.
En fin, lo del jueves fue una noche redonda de blues y rock que nos transportó a esas sonoridades de tiempos pretéritos que siempre hacen falta.