Una nueva jornada de metal internacional en vivo sacudió nuestra capital la noche de este viernes en el Teatro Cariola. En esta ocasión se trataba ni más ni menos que de los suecos Avatar, quienes debutaban en Chile y, al mismo tiempo, en Sudamérica para mostrar lo más granado de sus casi dos décadas de trayectoria.

La velada inició a las 8 de la noche en punto con la presentación de We Are The Monster, banda nacional que con algo más de tres años de carrera ya se ha hecho merecidamente un nombre destacado en la escena metal criolla. “Rise” fue la atmosférica y -a la vez- retumbante introducción con la que el sexteto abrió los fuegos de su enérgica performance que en sus casi 45 minutos de duración incluyó canciones como “Born in the End”, “Destructive”, la homónima “We Are The Monster”, que hizo saltar a la enfervorizada audiencia, dejando para el final sus más potentes criaturas: “Fearless” y “Fire”, coreada a voz en cuello por los forofos que se agolparon en el recinto de calle San Diego. Agradecidos por la recepción del público y por la oportunidad de ser el acto de apertura de Avatar, la agrupación se retiró del escenario en medio de un aplauso cerrado tanto de su fanaticada como de quienes seguramente se convirtieron ipso facto en nuevos seguidores de su música.

We Are The Monster sobre el escenario del Teatro Cariola | Foto: Octavio Mendoza

Luego de un cuarto de hora de intermedio, salen a escena Jonas Jarlsby (guitarra), John Alfredsson (batería), Henrik Sandelin (bajo), Tim Öhrström (guitarra) y Johannes Eckerström (voz, trombón, piano, teclados), cual maestro de ceremonia, ataviado con su distintivo sombrero y bastón para dar la señal inequívoca de que el show estaba a segundos de comenzar.

Dance Devil Dance”, del disco del mismo nombre lanzado el año pasado, fue la escogida para dar inicio a su primera presentación en este lado del orbe y desatar la euforia esperable de una fanaticada que aguardó una eternidad por este momento. La frase “ladies and gentlemen” (“damas y caballeros”) que adorna el coro del siguiente tema “The Eagle Has Landed” condensa perfectamente el ánimo circense de las performances del conjunto europeo. No por nada dieron en llamar a la gira que los trajo a nuestro país “The Great Metal Circus”. Pero no es sólo eso: ellos mismos han denominado a su espectáculo (nunca estuvo mejor empleado este concepto) como una mezcla de show, circo y ritual. Musicalmente, deambulan por sonidos propios del metal alternativo, del groove metal,  del death metal melódico y también del metal más clásico. 

Foto: Octavio Mendoza

Como toda banda que aún se encuentra facturando nuevos trabajos, una gran cuota del setlist se la llevó su más reciente álbum con canciones como “Valley of Disease”, “Chimp Mosh Pit”, y “Do You Feel in Control?”. Entremedio el vocalista (o, mejor dicho, el animador, MC, o anfitrión) Johannes Eckerström daba constantes muestras de su notoria capacidad comunicativa mediante prolongadas alocuciones en las que también emplazaba o inquiría al público. Su energía desbordante va a la par con su carisma, lo que se agradece no sólo de parte del cantante sino que también de cada uno de los integrantes de la banda, quienes interactuaron constantemente con la audiencia y se dirigieron verbalmente a ella, incluso a veces en español. 

Hacia la mitad de la presentación suena “Puppet Show”, caracterizada por su circense ritmo de los versos, que luego dio pasó a uno de los más momentos más memorables de la noche: Johannes Eckerström aparece en medio de uno de los balcones del teatro para dar muestras de sus dotes para la globoflexia y, posteriormente, con el trombón. Luego vinieron emblemáticas canciones del catálogo de los suecos como “When the Snow Lies Red”, y “Black Waltz”, para dar a paso “Tower”, ciertamente el momento más calmo de toda la noche con Eckerström sentado al piano, solitario en el escenario. 

The Dirt I’m Buried In”, acaso su más grande éxito radial y masivo, comenzaba a marcar la recta final de un magistral espectáculo que se fue complementando con “A Statue of the King”, con el guitarrista Jonas “Kungen” Jarlsby tomándose el escenario, “Colossus”, “Let It Burn”, “Smells Like a Freak Show” y el cierre con “Hail the Apocalypse”.

Llamarle concierto a lo vivido anoche sería tremendamente mezquino. Conciertos son esas presentaciones en donde los tipos salen a escena como si hubieran ido pasando por afuera del recinto y fueron invitados de última hora. Músicos que se ven obligados a realizar la pega por la que les están pagando. En piloto automático. De modo alguno es el caso de Avatar. Una banda que brindó un espectáculo en el más amplio espectro del concepto. Un show. Un verdadero show (del inglés “mostrar”) en donde se exhibieron las más notables composiciones del metal de las últimas dos décadas pero en el que también hubo globos, fanfarrias, bromas, bailes, entre otros divertimentos. Merecían un público mayor que el que se congregó anoche pero sin duda es cosa de tiempo para que eso ocurra. Porque el circo sigue, mientras haya quien les aplauda.

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