The United States of America fue una banda que solo duró entre 1967 y 1968, pero su álbum homónimo, sigue siendo destacado y analizado, dado lo atrevido, innovador y vanguardista de la época, siendo que géneros musicales como la psicodelia y el progresivo ya estaban sentando las bases de su posterior desarrollo, pero el grupo, superaría todas las murallas para crear un disco que desafiaría todo lo propuesto y que incluso hoy, sigue sonando diferente a cualquier trabajo anterior o posterior.
¿Quiénes son The United States of America?
Para entender el sonido e influencias de la única placa del conjunto nacido en Los Ángeles, debemos adentrarnos en la historia de su líder y principal compositor: Joseph Byrd. Él era musicólogo, había estudiado música y composición en la Universidad de Arizona, además hizo un postgrado en la misma temática en Berkeley en la Universidad de California. Luego de eso se mudaría a New York para trabajar y aprender con dos compositores: Morton Feldman y John Cage, quienes se destacaron como figuras y académicos que desarrollaron sus trabajos en torno a la música electrónica y el minimalismo, además de influenciarse por otro músico que estaba experimentando en Alemania, Karlheinz Stockhausen. Sería en este contexto que Byrd conoce a otro miembro de la futura agrupación: Dorothy Moskowitz con quien trabajan en Capitol Records en distintos proyectos.
A fines de 1963, Byrd y Moskowitz se van a Los Ángeles, donde el primero desarrollaría una prolífica carrera artística dentro la ciudad de la costa oeste, además de estudiar un doctorado en Etnomusicología donde se acercó a disciplinas como historia de la música, acústica, psicología de la música y música india en la UCLA, estaría en eso hasta 1967, año en que decide formar su grupo.
Para financiar la banda se acercó a Art Kunkin, periodista y fundador de Los Ángeles Free Press, medio de comunicación abiertamente radical y liberal, donde escribió años antes. Los objetivos de Byrd era crear principalmente un “grupo de rock político/musical de vanguardia que combinara sonidos electrónicos, radicalismo y performance”. Y es que para entender esta declaración, hay que comprender que el musicólogo se acercó al comunismo y a sus representantes desde su llegada a Los Ángeles.
Antes de la grabación de su único trabajo, el grupo tuvo una primera formación que no duró mucho. Al final la alineación que lanzó el único álbum de la banda fue con Joseph Byrd (teclados, efectos electrónicos, clavecín, órgano, calíope, piano y vocalista), Dorothy Moskowitz (vocalista), Gordon Marron (violín eléctrico, modulador de anillo, vocalista) Rand Forbes (bajo eléctrico) y Craig Woodson (batería eléctrica y percusión).
La banda experimentó usando el modulador de anillo, un aparato electrónico que recibe dos señales y como salida genera la suma y la diferencia de las frecuencias de las señales recibidas, cambiando completamente la nota del instrumento o voz. Además de eso usaron resortes en los platillos de la batería para producir sonidos aleatorios para ser incluidos en las grabaciones. También, Gordon Marron, agregó a su violín un modelo de los pedales del tipo “octave divider” que suben o bajan la señal de entrada una octava.
En cuanto al género al que se adscribían, Byrd fue muy claro en una entrevista de 2013 al sitio It’s Psychedelic Baby Magazine: “Mi influencia fue el jazz. Primero Duke Ellington, luego Stan Kenton, luego el jazz de la costa oeste que los músicos de jazz “serios” despreciaban (…) Éramos conscientes de que nos estábamos adentrándonos en el rock sin ningún conocimiento real o experiencia. Durante nuestra formación tocábamos a John Cage, Karlheinz Stockhausen, música africana e india y pensábamos que podíamos llevar todo esto al rock, pero no sabíamos casi nada sobre las raíces del rock ‘n roll”.
La primera demo de la banda les aseguró un contrato con Columbia, gracias a un amigo de Byrd, David Rubinson, quien había comenzado a trabajar en la discográfica, consiguiendo el interés del productor Clive Davis, uno de los actuales ejecutivos de Sony Music Entertainment que firmó a talentos como Janis Joplin, Santana, Bruce Springsteen, Pink Floyd, entre otros.
Para la grabación del álbum, el presupuesto era muy corto. Conseguir un sintetizador Moog de la época costaba más de 20 mil dólares, por lo que, usando sus conocimientos sobre la producción de música electrónica, Byrd usó tres generadores de ondas entre sí para poder crearlos sonidos que quería conseguirAun así, reconocería que las limitaciones técnicas les dificultó generar los sonidos que ellos esperaban obtener.
Asimismo, Byrd introdujo en sus letras temas políticos, siendo ‘Love Song for the Dead Ché’ la más explícita en ese sentido. Columbia Records quería que cambiara el nombre de la canción, pero este se rehusó, se cree que las ideas del líder de la banda influyeron en el poco interés de la productora en la difusión y promoción del disco.
Por otra parte, Byrd estaba muy interesado en la música estadounidense de principio del siglo XX, por lo que esas influencias están muy presentes, como en el uso del calíope, un instrumento musical que por medio de flujo de vapor a través de distintos silbatos produce sonido, como una antigua locomotora.
El único trabajo de la banda
El trabajo lanzado en 1968 comienza con “The American Metaphysical Circus“, una pista que mezcla fanfarreas estadounidenses de principios del siglo XX, usando el Calíope, para luego cambiar y dar paso a la voz distorsionada de Moskowitz junto a los sonidos electrónicos generados por los generadores de onda de Byrd, el violín sobrecargado de efectos y la batería, creando un aura psicodélica que se complementa con las letras que hablan de dolor y placer, de sueños inducidos, donde la frase “And the price is right. The cost of one admission is your mind” es la que seusa como coro. Al final volvemos a la fanfarrea y el calíope que se desvanecen para dar paso a la siguiente canción.
En la segunda composición nos encontramos con algo totalmente distinto a lo de la primera composición: “Hard Coming Love”, una pieza que es mucho más rockera. De fondo sigue con los experimentos sonoros, con un potente bajo muy funky. Hay un instrumento que no se diferencia si es una violín o guitarra pasada por el modulador, que suena con mucha agresividad que se va a escuchar durante toda la canción, la cual por momentos deja espacios para que Byrd juegue con sus experimentos, acompañado del instrumento distorsionado inteligible, siendo una composición que pasa de ser un rock-blues clásico, a una experimental llena de sonidos de los cuales no se sabe su origen, terminando con esta guitarra o violín distorsionado, además de los efectos y sonidos al máximo con la voz de Moskowitz diciendo “Hard Coming Love”.
“Cloud Song” es una canción muy melódica, que se vale de la voz de Moskowitz, el violín, unas percusiones de fondo y un clavecín, instrumento que tiene forma de piano, pero en su mecánica interna, por medio de unas cuerdas tensadas, produce el sonido como un arpa, el cual adquiere protagonismo. Los tres están pasados por medio de distorsiones no tan profundas, creando un pasaje etéreo que se oye influenciado por la música india. Podemos ver que el grupo no tiene límites a la hora de agregar más texturas y variables a los sonidos de sus composiciones ignorando algún tipo de barrera creativa.
En “The Garden of Earthly Delights”, suena algo como un pulso continuo que se desvanece y aparece en distintos tramos de la pista, además de Moskowitz que se muestra clara y sólida. Además, tenemos un persistente bajo que se acopla de manera perfecta con la batería. En ese sentido hay que destacar que Byrd muestra una habilidad especial para usar sonidos electrónicos de una manera que se incorporen totalmente y que nunca se sientan forzados o antinaturales.
Influenciado por la música estadounidense de principio de siglo XX, aparece “I Won’t Leave My Wooden Wife for You, Sugar” que tiene dos partes, una como una especie de blues que se le incorporan instrumentos de cuerdas, efecto de sonidos que la enriquecen y acompañan, sobre todo en el solo de violín de Marron además de algunas percusiones que suenan como ollas y sartenes. Por primera vez no escuchamos a Moskowitz sino que al mismísimo Byrd cantar letras humorísticas pero mordaces sobre la infidelidad, como lo hiciera Frank Zappa, el que criticó públicamente a Byrd y viceversa. La segunda parte es una marcha que suena sola sin ningún aditivo más, tocada por Don Ellis con su trompeta como una especie de canción patriótica con un subtexto irónico.
En la sexta pista nos encontramos la experimental “Where is Yesterday” la que abre con una especie de canto gregoriano, que no son más que las voces de la banda distorsionadas con un órgano y el violín modificado, para dar paso a la voz de Marron, acompañada por la de Moskowitz y algunas percusiones, además de distintos efectos de fondo. Y es que la letra parece ser una reflexión del paso del tiempo y del pasado que quedó atrás. Lo mejor del disco, el uso de los distintos instrumentos como se acoplan y se fusionan las capas y texturas para hacer de esta una pieza que se puede escuchar una y otra vez.
“Coming Down” es una frenética conjunción de bajo, violín, batería, además que cada uno está enriquecido por efectos y distorsiones que la hace innovadora. Y es que The United States of America, en este trabajo tiene la capacidad de moverse por distintos registros y espacios, pasando de temas reflexivos y pausados, para luego estar en aceleradas composiciones como esta.
Al finalizar el tema con el violín oscuro y la voz de Moskowitz, esta se pierde y se fusiona para abrir “Love Song for the Dead Ché”, la letra más política y declaratoria de Byrd pero la más limpia,. Sin efectos, dedicada obviamente a Ernesto Ché Guevara, que había sido fusilado en 1967. El tema es una balada hermosa con el violín, el órgano, algunas percusiones muy bajas de fondo y la melosa voz de Moskowitz que hacen de esta canción un oasis en el desierto. Luego de tanto rock, electrónica y vanguardia, este podría parecer fuera de lugar, pero al contrario, no desentona, sino que complementa el álbum.
En el penúltimo tema tenemos “Stranded in Time” una pieza que inmediatamente recuerda a The Beatles en “Eleanor Rigby” por los violines y la voz, las que suenan en solitario, donde canta Marron quien sigue en lo suyo hasta que se introducen tambores fuertes y órganos distorsionados con un aura muy psicodélica como un valle que luego termina y regresa a la sección de cuerdas. Solo un 1:50, no se alarga innecesariamente.
Finalizamos con la ambiciosa “The American Way of Love” donde el grupo da rienda suelta a todo su genio creativo, además de si a Byrd le quedó algún efecto y distorsión por ocupar, aquí lo ocupa todo. De partida comenzamos con un ritmo de rock de la época, además muy ad hoc a ese género que luego se ve transformado por el solo de violín distorsionado junto a la batería y el bajo que suenan potentes, pero que al rato se desvanecen con los sonidos electrónicos de Byrd y el violín sumamente modificado que suena una nota hasta desaparecer para luego abrir una especie de canto doo-woop de poco menos de un minuto siguiendo con la batería, cantos estridentes, un fondo distorsionado y un collage de distintas secciones de los temas anteriores y otros instrumentos aleatorios que van y vuelven por varios minutos hasta el final que cierra con la fanfarrea y el calíope del principio con Byrd diciendo “How much fun it’s been” varias veces ¡Totalmente psicodélico!
El disco es una amalgama que no queda coja o débil, al contrario, tiene mucho de donde destacarse, siendo primero la creatividad de sus integrantes, además del atrevimiento para los arreglos y las distintas capas que se agregaron, sumado a hecho de cómo este trabajo se mueve por variados géneros.
El fin de la banda y su legado
Este álbum fue el inicio y fin de la banda la que no continuó por problemas internos y choques de egos, además del poco interés de Columbia por promocionar al grupo. Byrd se marchó cuando los otros integrantes comenzaron a inclinarse por algo más comercial, además de los rumores que circulaban sobre que la disquera quería impulsar la carrera solista de Dorothy Moskowitz. Sin embargo, esta última lo negó en varias entrevistas posteriores además de hablar de las “luchas de poder” al interior. Byrd reconocería que “la idea era crear una experiencia radical, pero esta no tuvo éxito (…) Reuní a demasiadas personalidades y si una banda quiere tener éxito necesita una identidad única y mutuamente aceptable”.
Para 1968 Moskowitz y el productor David Rubinson, trataron de mantener vivo el grupo y con nuevos integrantes grabaron nuevo material que se añadió en la reedición de 2004, además de canciones inéditas compuestas por Byrd que no fueron incluidas en 1968.
Según Joseph Byrd su error fue “crear una banda de rock sin músicos de rock fue una mala decisión de mi parte. Aun así, como me consideraba el compositor más ecléctico del planeta, estaba seguro de que cualquier cosa que los demás no pudieran hacer, yo podría escribirla”.
Pero si me preguntan, creo que no fue una mala decisión es más crearon un material único el cual se destaca por ser ecléctico, vanguardista, pero sobre todo experimental. El rock, aunque está, es un adorno, tanto la etiqueta como la cantidad y la calidad del material más rockero dentro de la única placa de The United States of America. El álbum no puede enmarcarse en un solo género, pero este a su vez tampoco busca ser algo así, algo fácil de encasillar o etiquetar y eso lo hace aún más atractivo.