Cuando ya estamos contando las horas para ver las caras pintadas y las plataformas teatrales de una de las mejores bandas de la historia del hard rock norteamericano, encontramos que no había una mejor excusa para dedicarles unas líneas a uno de los grandes debuts que dejaría huella en la carretera del rock and rollKiss, el primer disco de la banda homónima que aterrorizó a padres y encantó a toda una generación de jóvenes que hasta el día de hoy nos negamos a envejecer.

 La placa es una joya del sonido setentero, criticada en su momento por no traspasar la energía escénica de la banda, pero que sin embargo marcaría el año 1974 como un momento de coyuntura entre el agotado movimiento hippie y la naciente corriente del rock garage.

El disco compuesto en su mayoría por la dupla formada por Gene Simmons y Paul Stanley, fue la presentación de la formación clásica (Ace Frehley en guitarra principal y Peter Criss en la batería) que llenaría teatros, salas de cine y vendería hasta juguetes, llevando hasta la gloria el oficio de ser una estrella de rock.

 Ubiquémonos en el contexto del disco en primer lugar. Fue grabado entre octubre y noviembre de 1973 en Bell Sound Studios, en la ciudad de Nueva York. Por George Marino (Alice Cooper, AC/DC, Led Zeppellin, Guns and Roses, Metallica; entre otros). Producido por Kenny Kerner y Richie Wise, lanzado por la discográfica Casablanca Records y la verdad es que no vería el disco de oro hasta el año 1977.

El Lp con un poco más de 35 minutos de duración, cuenta con 10 tracks en su versión original y da vida al sueño de Kiss con su famosa “Strutter”, primera canción que recoge el característico sonido de la banda. Un riff pegajoso, directo y crudo. Voces potentes y afinadísimas que en coro afilan su mensaje, como un batallón tratando de ganar la bandera del oponente.

Le sigue “Nothin’ To lose”, canción de la escuela beattlera que a lo “Birthday”, deja el espacio para que luzcan las dos voces principales de la banda, convirtiéndose en otro clásico obligatorio de la banda.

 Firehouse” es la encargada de mantener con vida y motivado la mitad del primer lado del disco, recordemos que en esta época el acetato era la forma de distribución de la música, y el lado A era fundamental para el éxito de una banda. Es así como esta canción compuesta por Paul Stanley permite ver la versatilidad de la banda, con una canción de carretera sólida en la que se destaca la elegancia del solo de Frehley.

 Cold Gin”, compuesta por el mismo Ace y Let me know”, son las encargadas de cerrar el primer lado de la placa y lo hacen de excelente manera a punta de rock and roll.

El segundo lado comienza muy jugado y con toda la arenga característica de Paul, para su re-versión de la afamada canción de 1959, “Kissin’ Time”, popularizada por Bobby Rydle y compuesta por Bernie Lowe y Karl Man. Sin embargo, a pesar de ser un excelente cover, no consiguió el éxito de la versión original, llegando hasta el puesto 83 de los charts estadounidenses.

Deuce”, es la siguiente canción en la lista de reproducción de este tremendo debut, debo decir sin ser majadero, que es una de mis canciones favoritas de la historia de Kiss. Una batería aceleradísima, que como un martillo en plena faena, acompaña el riff de la banda, que en vivo popularizó una de sus características coreografías de cabeceos sincronizados. Y con un solo final que llega a doler el corazón en su fade out.

Love Theme from Kiss”, un interludio musical compuesto por el cuarteto y que de alguna forma extraña me recuerda a Stone Temple Pilots en su álbum “Purple”, lo cual no tendría que extrañar a nadie ya que junto a Aerosmith, Kiss son parte de las influencias fundamentales de cualquier adolescente que cargó una guitarra entre 1974 hasta quizás el día de hoy.

 100.000 Years”, un disparo en medio del campo de batalla, que revive un disco que por segundos parecía ir directo a la lona. Otro clásico, con un toque de psicodelia y con la hipnótica batería de Peter Criss, que a cada paso se va construyendo en un dispensable para demostrar que las cuatro cabezas de esta banda funcionaban como un motor, que poco a poco fue convirtiendo a la nación de las barras y estrellas en hinchas inclaudicables del fenómeno rock de la banda de las caras pintadas.

 Y para cerrar, una pequeña pieza de la escuela del rock inglés “Black Diamond”, influenciada por bandas como The Who y Queen, da el broche perfecto para construir esa épica era, que mojó a una generación adolescente. Que entre marihuana y cerveza anhelaba con perderse en la noche en busca de algo que no tenían claro y que quizás nunca descubrirían, pero que sin duda era muy distinto a lo que Nixon y el Tío Sam esperaban de ellos. 

Un tremendo final que invita a poner el disco una y otra vez en un bucle, que sólo la mejor banda del garage rock estadounidense puede conseguir y que ojo en comentario de todos los expertos y críticos de la música, siempre ha sido mucho mejor en vivo.

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