El último disco de la banda Hidalgo, comandada por uno de los guitar hero chilenos Gabriel Hidalgo, salió a la luz hacia fines del primer semestre del año ¡y vaya que nos sorprendió!. Y es que sabemos de la calidad de músico que es Gabriel, así como la banda completa (formada por la guitarrista Angeline Bernini, el bajista Braulio Aspé y el baterista Pablo Stagnaro), pero que complejo es seguir creando música de nivel, agregando elementos que encajen con la propuesta y traer un resultado instrumental de excelencia que no sólo luzca a los intérpretes. El título hace referencia a un ritual indio en donde se prende fuego a una pila de ladrillos estructurados en forma de ave, en otra muestra de cómo a Hidalgo siempre le interesa indagar en la cosmovisión de distintos pueblos.

El disco comienza con “Melina” y es un temazo que dispara certero algunas de las mejores melodías del disco, entre riffs cortados y punzantes que otorgan siempre un peso potente. Conjugando fraseos y una musicalidad soberbia, con líneas preciosas, como en el juego entre bajo fretless y guitarra en la sección media, de belleza y emoción pura, al igual que ese final con las voces de Angeline, que emergen como otro instrumento más y que nos deja sobre una nube musical. 

“Garuda” entrega una base más ligera y convencional en sus tiempos, que no deja de ser adrenalínica, asomando figuras que le dan variedad, como el toque del doble pedal, por ejemplo. Alma de sencillo en, simplemente, otra gran canción, que vuelve a ganar mucho con la voz de Angeline. “Kalpa Taru”, referencia al árbol sagrado del cielo hindú, parece sacada de un sueño, y evoca efectivamente a lo sagrado con sus capas de cuerdas y solos. Aparece también el peso, por supuesto, siempre bien puesto dentro de una canción que tiene una gran línea vocal y canto de Angeline.

“Trimurti” tiene sonido de ritual, y cómo no, si hace referencia a los tres dioses del hinduísmo. Comienzo suave e irrupción de la parte más pesada hasta ahora, para cabecear de buena gana desde el segundo minuto de duración. El uso de recursos es muy variado y con una fluidez notable durante todo el registro. “Kala” desarrolla un lenguaje musical emotivo, que apela a calar dentro del oyente desde un pulso con mucho sentimiento de melancolía en él. Un tema directo, más simple, sin que eso signifique un detrimento de la calidad, en lo absoluto. 

“Nived” nos mueve hacia otros terrenos con otros ritmos y un quiebre liderado por el bajo que entrega un aire de suspenso necesario. Y es que el disco da respiros, entrega variaciones y sensaciones distintas y distintivas en cada paso, sin llegar a marear. “Asathoma Sath Gamaya” es el tema más breve del disco, y en sus tres minutos de duración despacha una línea melódica de guitarra eléctrica sobre una base de guitarra acústica, logrando emocionar con los recursos materiales mínimos. Aparece “Manvantara”, que te pilla con un arpegio rápido y un pulso casi de shoegaze, para crecer poco a poco en un tema muy pegadizo.

Para ir cerrando, tenemos “Vernishna”, de un tono misterioso y el retorno del peso más metalero, amalgamado con ritmos más étnicos orientales en medio. La variante que se introduce en el minuto cinco y medio entrega un sabor especial y le regresa ese aire misterioso del que hacía referencia en el comienzo del tema, dándole un final oscuro y denso a otra gran composición. El último tema, “Jikisinkama”, el segundo más corto, suena nuevamente con base acústica y línea melódica eléctrica. Es como el hermano de “Asathoma Sath Gamaya” y sirve de una emotiva y bella outro para un disco que demuestra que la capacidad de ejecución de los instrumentos debe estar al servicio de la creatividad, característica que en este gran disco se aprecia a vendavales.

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