¿Qué se puede decir de Red Hot Chili Peppers que ya no se haya dicho antes? No mucho, la verdad. Son -sin lugar a dudas- una de las bandas íconos del rock de nuestros tiempos y de las pocas que van quedando, junto a U2 y a Metallica, que han estado activas desde la década de los 80’s de manera, prácticamente, ininterrumpida. 

A pesar de los cambios que registraron en su formación en sus primeros años, es difícil imaginar a los californianos sin uno de los pilares que ha sostenido su sonoridad más clásica desde que se unió en 1988: el guitarrista John Frusciante. El ejercicio, no obstante, lo hemos tenido que hacer en dos ocasiones (entre los años 1992-1998 y entre los años 2009-2019) con dispares resultados: o transitaron hacia un sonido más oscuro (“One Hot Minute”, 1995), o basaron sus canciones en clave rock pero con un menor protagonismo de la guitarra (“I’m with You”, 2011) o direccionaron su paleta músical hacia sonidos más pop (o bailables, en algunas canciones) que al rock.

Con eso en consideración, “Unlimited Love” marca el segundo regreso del guitarrista a la banda y, a su vez, el del grupo mismo con un nuevo trabajo a seis años de “The Getaway”. Adicionalmente, Rick Rubin vuelve a hacerse cargo de la producción de un disco de Red Hot Chili Peppers, luego de haberse involucrado ininterrumpidamente en todos los trabajos de estudio de la banda desde “Blood Sugar Sex Magik” de 1991 hasta “I’m With You” de 2011.

Este décimo segundo disco de los oriundos de California abre con “Black Summer”, primer sencillo que conocimos y que, si bien logra ser una excelente demostración del característico sonido de la banda en el siglo XXI, con una suave introducción de guitarra con sus guiños a Jimi Hendrix, su potente dupla rítmica de bajo y batería, sus juegos vocales y un interesante trabajo en letras, palidece en comparación con otras grandes canciones que abren icónicos discos de la banda y que -finalmente- se terminaron por convertir en himnos (“Around the World” del Californication, “By the Way”, del disco del mismo nombre y “Dani California” del Stadium Arcadium). 

Here Ever After“, el segundo tema, arranca con un portentoso riff de bajo, al cual se suma primero una guitarra intermitente, luego el agitado ritmo de los toms y de la caja de Chad Smith más la voz de Anthony Kiedis , los que -en su conjunto- terminan por dar una clara muestra de cuál es el sonido Chili Peppers de estos últimos años. 

Avanzamos ya hacia “Aquatic Mouth Dance“, tercer track del disco, y aquí podemos dejarnos llevar por la marea sonora que produce principalmente el bajo, además de destacar las clásicas rimas entrecortadas de Anthony Kiedis y, especialmente, la trompeta de Flea, a quien no se le oía tocar dicho instrumento desde “Hump de Bump” del disco “Stadium Arcadium” de 2006, último trabajo en el que Frusciante participó. La canción finaliza con una magistral sección de bronces a cargo de Josh Johnson en el saxofón, Vikram Devasthali en el trombón, y Nate Walcott en la otra trompeta.

Con Flea en el piano arranca “Not the One“, una muy sentida balada similar a lo que fue la canción “Tear” del disco “By the Way” y que bien merecido se tiene el haber sido escogido como el segundo single de este nuevo álbum. Es -posiblemente- una de las más bellas canciones que la banda ha compuesto en los últimos veinte años.

Poster Child”, la segunda canción que se conoció de este disco, exhibe el funk rock característico de la banda pero más reposado en comparación con “Blood Sugar Sex Magik”, un gran despliegue de rimas por parte de Kiedis quien se da espacio para mencionar a modo de homenaje a un sinfín de íconos de la música popular (Robert Plant y Led Zeppelin, Ramones, Judas Priest, Steve Miller, Duran Duran, MC5, entre otros), con un groove de primera calidad; marca registrada de los Red Hot Chili Peppers.

En “The Great Apes”, John Frusciante marca firme presencia tanto en sus riffs y solos de guitarra como en las segundas voces que tan bien ejecuta no sólo en las grabaciones de estudio sino que también en sus presentaciones en vivo. Y no sólo destaca en este tema sino que también en la reposada “It’s Only Natural” y en “The Heavy Wing”, casi al final del disco.

She’s a Lover”, octavo track del álbum, es un tema que -debido a su sonoridad- habría caído parado en un disco como “Stadium Arcadium”, con una fluida comunicación entre las cuerdas (Flea y Frusciante) y con el firme respaldo de Chad Smith en la base rítmica. 

These Are the Ways”, segundo sencillo con un recientemente estrenado videoclip, comienza calmo con Kiedis acompañado de un suave rasgueo de guitarra hasta que desemboca en un frenético coro que encamina a la banda hacia un sonido más progresivo.

Con la canción antes mencionada ya hemos cubierto más de la mitad del disco, el cual incluye 17 canciones y bordea la hora y 13 minutos, tiempo bastante extenso para el normal de los discos que se lanzan hoy en día. Esto, sin duda, le juega en contra al álbum a la hora de posicionarlo como uno de los mejores en el catálogo de la banda. Misma crítica se le hizo en su momento al disco “Stadium Arcadium” que, de no haber sido un disco doble como el que fue, habría estado posiblemente peleándole palmo a palmo a “By the Way” o “a Californication” un sitial entre los top 3 de su discografía.

De aquí en adelante, la banda presenta canciones que bien podrían haber sido parte de cualquiera de sus últimos discos con John Frusciante, en particular “By the Way” y “Stadium Arcadium”. Lamentablemente, hay poco espacio para la novedad, pero la hay: la inclusión de sintetizadores en “Bastards of Light”, herencia de la búsqueda sonora que emprendió el guitarrista una vez que abandonó la banda a fines de la primera década de los 2000; los cambios de tempo en “Veronica” o el sereno cierre que significa “Tangelo”.

Red Hot Chili Peppers, como la insigne banda de rock que es, no tiene que demostrarle nada a nadie. Su pega ya está hecha: unieron diversos estilos de una manera única e incentivaron a músicos de todo el mundo a tomar un instrumento, creando himnos generacionales no sólo para quienes crecieron en la década de los 90’s sino que también para quienes crecimos en la década de los 2000s. 

El tremendo despliegue de energía que la banda muestra es totalmente admirable, pero evidentemente no puede ser el mismo que tenían cuando lanzaron “Mother’s Milk” o “Blood Sugar Sex Magik”, en 1989 y en 1991 respectivamente. Se trata de tipos que ya bordean o tienen 60 años de edad (salvo John Frusciante que tiene 52) por lo que es completamente razonable que hayan bajado las revoluciones. No los vamos a crucificar por eso. Menos ahora que hemos podido ser testigos de la segunda venida del pelilargo salvador que vino a rescatar a la banda del popero sonido hacia el que se estaba escapando en “The Getaway”, su disco anterior.

Puedes escuchar “Unlimited Love” a continuación:

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