Hace casi 40 años, en la bahía de San Francisco, una banda decidió traspasar los límites de oscuridad que la nueva ola thrash metal iba dejando a su paso. Possessed no fue tan sólo una apuesta diferenciadora en su localidad, se convirtió en la piedra angular en la escalada brutal y sin precedentes en la música popular que más tarde se convirtió, no tan solo en el death metal, sino en todas las variantes más extremas.
Éramos jóvenes y la música se compartía de mano en mano, no existía la inmediatez. Solo revistas que con un relato repetitivo nos contaban las aventuras de nuestros quijotes modernos, que con sus hazañas iban demoliendo estructuras y posicionando ideas. Fue así cómo se convirtieron en un parche obligado en cualquier chaqueta thrasher, con o sin mangas; siempre hubo espacio para los californianos.
La influencia fue planetaria, bandas como Sepultura, en sus inicios, intentaban emular la oscuridad de su sonido y, poco a poco, fueron naciendo otras que, rescantando su escencia y fusionando su estética sonora con otras bandas como Venom y Celtic Frost, dieron vida al death y el black metal.
Este relato se ha traspasado de generación en generación y hoy, con el revival del heavy, del thrash y por supuesto del metal más extremo, los puristas han convertido cada visita de Possessed a Chile en una procesión, ubicando a Jeff Becerra como un ícono de resistencia, tanto por su historia de resiliencia (en 1989 quedó paralítico desde la cintura para abajo tras recibir un disparo en un violento asalto), y por la historia de su banda, que ha sabido mantenerse viva y vigente hoy.
A pesar de haberlo visto hace un año en Rock Legacy, nos declaramos seguidores de su legado, y es por eso que no podíamos estar al margen de su nueva vista a nuestro país. Así, puntualmente estuvimos esperando que empezara el show en el Teatro Caupolicán la noche de ayer, y lo disfrutamos una vez más.

19:30 horas fue el momento en que el ritual comenzó. Colossal Remains, con un grito desgarrador, fue la campana que convocó a los feligreses a acercarse al escenario. La juventud de la banda fue un subidón para todos los que llevamos años en la escena.
Tocaron genial y su actitud fue perfecta para revivir esa magia, la esencia misma de la brutalidad del death. Buenas canciones, buenas voces. Gran trabajo de bajo y batería, guitarras, y por supuesto de la voz.
Sin piedad, ni descanso. 7 canciones, 7 clavos en el ataúd, que nos transportaron a las profundidades de una noche dedicada a la blasfemia y las invocaciones. Para despedirse, invitaron a la vieja escuela a dejar la muleta y recordar cuando usábamos bototos, y obvio, todos respondimos, con una canción de Morbid Angel, así que el inicio de la jornada fue genial.

A continuación, Execrator. Tremendos, que locura su puesta en escena. Desde el primer momento dejaron en claro que eran los anfitriones. Sonaron bestial. 10 canciones, que recorrieron sus más de 30 años de trayectoria, donde recorrieron desde sus primeros EP, hasta canciones nuevas.
El público respondió al llamado de la banda. Coreando los clásicos y dejándose llevar por el ritual que Álvaro Lillo, desde el pedestal, dirigía con grandeza mientras la profundidad de su voz recorría las paredes del Teatro Cariola, haciendo parecer que todo lo ocurrido era momentos después de la devastación que Execrator dejó con su avasallador sonido de guitarras y batería.
Tremendos estuvieron, dejaron todo en la tarima. La verdad, en cada tocata de la escena, las bandas chilenas dejan en claro que nuestra música se ha profesionalizado y que hoy, el resultado en vivo es de envidiar por otras escenas latinoamericanas. Execrator es un ejemplo de ello.

Mientras hacíamos la fila para refrescar la garganta, una ola joven de metaleros y metaleras entró corriendo al teatro. Al parecer, en la entrada hubo algún tipo de dificultad que permitió finalmente que la juventud rebelde se hiciera presente. Sus rostros, felices de haber conseguido su cometido, se escabulleron entre los que ya estábamos dentro de la cancha, mientras los gritos de emoción y aullidos de felicidad respondieron al llamado de la oscuridad de Possessed, cuando casi simultáneamente se apagaron las luces y comenzó el show.
Possessed en vivo, es honestidad pura. Duros, brutales y directos. Desde el primer acorde, la banda salió a hacer su oficio. Thrash y death metal, con honestidad y humildad, sin presunciones ni grandes adornos, ni parafernalias. Minimalistas y felices de ello. Un show de club clásico, pero de alto nivel.
Jeff, desde su silla, alzó los brazos y gritó desde su interior. La audiencia, eufórica, giraba en medio del Teatro Cariola en un mosh pit que, como un torbellino irreverente, como un agujero negro, abrazaba y consumía todo a su alrededor. Mientras las canciones se sucedían una tras otra, se desatóo la locura en la fanaticada, que brandeada con el nombre de su banda, su ojo brillaba con malicia y felicidad macabra.
16 canciones, solo hits, construyeron el show de la noche de ayer. “Eyes of Horror”, “Tribulation”, “Demon”, solo para partir. “The Exorcist”, “Pentagram”, “Evil Warriors” y “Burning Hell”, como declaración de principios. “Seven Churches”, “Satan’s Curse” y “Holy Hell”, para manifestar su legado. “Twisted Minds”, “Fallen Angel” y “Death Metal”, para desatar la locura, que se vivió tanto en la cancha con una bengala roja que giró en el medio hasta extinguirse y los palcos donde la audiencia cabeceó hasta la locura.
Después de un poco más de una hora de presentación, la banda cerró una tremenda jornada con “Graven”, “Seance” y “Swing of the Axe”. Dejaron claro que su historia es mucho más profunda que su afamado álbum “Seven Churches”. El público vitoreó y finalmente se prendieron las luces y el delirio terminó.
Un poco antes de las 23:00 horas se cerró el telón y nos fuimos agotados y satisfechos. Otra fecha redonda para la escena metalera. Nos despedimos hasta la próxima y no te olvides de revivir y disfrutar con nuestras reseñas, los shows de este 2025, que desde Rock Legacy llevamos para ti.
Producción: Chargola